Siglos IX y X: Las guerras civiles de los muladíes

Tomo III en el que se relatan las guerras civiles de los muladíes
Tomo III en el que se relatan las guerras civiles de los muladíes

Los hechos descritos aquí son las guerras civiles de los muladíes, con Omar ben Hafsún a la cabeza de su levantamiento en armas y su relación con Somontín. Discurrieron a final del siglo IX y principios de siglo X hasta que Abderrahman III acabó con la sublevación. Los muladíes eran mozárabes, es decir, musulmanes de nacimiento pero descendientes de cristianos.

Simonet en su ”Historia de los Mozárabes de España”, cuando narra las guerras civiles de los muladíes, hace las primeras referencias históricas de Somontín, explicitando en su índice de topónimos de que se trata de Somontín (Almería).

Dozy en su “Historia de los Musulmanes de España”, sin mencionar a Somontín, relata los mismos hechos, de una forma más escueta.

El texto que sigue es un amplio resumen de lo descrito en la obra de Simonet, complementado con algún dato adicional, en algunos casos diferente, que aparece en la obra de Dozy.

Tanto Simonet como Dozy son historiadores, especialistas en la época musulmana que basan sus trabajos, principalmente, en las fuentes árabes de la época. El lenguaje y los términos utilizados son los originales de ambos autores.

Omar ben Hafsún

Omar ben Hafsún era un bandolero de la época, que tuvo que huir al norte de África. Descendiente de españoles, visigodos, aunque musulmán de nacimiento, es decir, mozárabe. Después de que un anciano andaluz con el que se encontró en África le indicase que estaba predestinado a ser el libertador de la raza española de la tiranía des sultán, volvió a Al-Andalus.

Los inicios de la revuelta

En el año 880-881 Omar ben Hafsún se revela por primera vez y se guarece con su partida sobre la cumbre del monte de Bobastro, durante el mandato del Sultán Mohámmed. En un principio se trataba de un grupo de bandoleros, como remarca Dozi en su Historia de los Musulmanes de España, ese José María del siglo IX, refiriendose a José María «El Tempranillo», famoso bandolero del siglo XIX. Pero poco a poco esta rebelión va tomando carácter más noble pasando Omar ben Hafsún de capitán de bandoleros a caudillo de una nación, caudillo de la causa española.

Unos tres años después, apresado Omar por el Sultán fue trasladado a Córdoba y paso a formar parte del ejercito de Mohámmed. Pero esta situación duró poco, pues en 884, ya se encuentra de vuelta a Bobastro.

Empezó Ibn Hafsún a sumar adeptos a lo largo de las coras de Elvira y de la Raya. Pasaron dos años hasta que el Sultán decidiese hacer frente a esta situación. Fue en 886 cuando Almondir ataca a los rebeldes y, cuando está a punto de vencerles, recibe la noticia de la muerte de su padre.

En efecto, el 4 de agosto de 886 muere el Sultán Mohámmed y le sucede su hijo Almondir.

Se sucedieron luchas encarnizadas en los distritos de Cabra, Elvira y Jaén, en las que se alternaron los triunfos con los reveses. Así, en la primavera de 888 fue el mismo Sultán Almondir quien sale al campo de batalla a luchar.

Su reinado fue breve acabando el 29 de junio de 888 a causa de la intriga de su hermano Abdala, que le sucede. Este hecho favorece la expansión de la revuelta de Omar ben Hafsún.

La insurrección se generaliza

Durante el reinado del Sultán Abdala el movimiento de insurrección de la raza española fuer tomando cada día mayores proporciones. Pero esta situación, ya difícil, se agravó más para el Gobierno cordobés cuando, a ejemplo de los españoles, y por las mismas causas de malestar, descontento y desorden general, empezaron a levantarse las demás razas y principalmente la aristocracia árabe.

La raza árabe se alzó en varios puntos de la Península, pero principalmente en Sevilla, Elvira y Zaragoza. También la raza berberísca se había levantado igualmente en diferentes comarcas, sobre todo en Extremadura y Portugal, así como en el Centro dela Península.

La situación en el año 891, cuarto del reinado de Abdala era la siguiente: casi todo el resto de la España musulmana se había emancipado de la obediencia; cada señor árabe, berberisco o español, se había apropiado una parte de la herencia de los omeyas.

Pero en esta disolución del Estado e imperio umeya tocó, naturalmente, la mayor parte a la raza española, incluyendo en este número a los mozárabes y muladíes, que formaban la gran mayoría de la población.

A los alzamientos de esta raza que dejamos referido, pronto se siguieron otros muchos.

En los montes de Priego fundó un señorío Said ben Ualid ben Mastana, capitán valeroso y grande amigo que fue de Omar ben Hafsún; fortificó su territorio con muchos castillos inexpugnables, entre ellos los de Carcabuli, hoy Carcabuey; el de Luque y el de Locubín, y los de Acuto, Annadra (la Atalaya), Alalia o Algalia y Ribera.

El alzamiento del monte y castillo de Somontín

La comarca de Jaén conservaba aún mucha población cristiana, y la Silla episcopal de Baeza se la repartieron varios señores de raza española que, para su mayor seguridad, ajustaron tratos de alianza o vasallaje con Omar ben Hafsún.

El más poderoso de ellos fué Obaidala ben Umeyya ben Axxalía (Ibn-Chalia), que se alzó en el monte y castillo de Somontín, ganando luego, por fuerza de armas, las fortalezas de Castalona, antigua Cástulo, hoy cortijos de Cazlona (castillo de Cazlona), término de Linares y de Abén Omar (castillo de Ibn-Omar).

Viéndose acosado por los generales cordobeses, se acogió á la alianza y protección de Ornar ben Hafsún, proclamándole por su Rey y emparentando con él por medio del casamiento de una hija suya con Cháfar, hijo de Omar. Con esto se aseguró en su señorío, y como hubiese reunido inmensa fortuna, vivía espléndida y regiamente en un suntuoso palacio, rodeado de una lucida corte y de poetas, á quienes pagaba largamente. Uno de éstos, llamado Obaidis, Secretario de este Príncipe, y que para entrar á su servicio había dejado el del Sultán, dice en una composición lo siguiente:

El Alcázar de nuestro Emir es una copia del Paraíso, y está poblado de delicias.

Admíranse en él salones, que no se apoyan sobre columnas, construidos todos de mármol orlado de oro puro.

¿Se refería quizás al Castillo de Somontín?

Este mismo poeta, según Ibn Hayyán, escribió una casida, celebrando el triunfo que alcanzó su señor cerca de Daimiel contra el bereber Alfatah, uno de los terribles Benu Dinnún.

El avance imparable de Omar ben Hafsún

Otros señores españoles de menos cuenta que se alzaron en la comarca de Jaén fueron los siguientes: Jáir ben Xáquir, que se hizo dueño del castillo de Jódar (año 890), y prestó auxilio al Príncipe de los rebeldes, Omar ben Hafsún, sirviéndole en estas guerras contra los árabes de Elvira, como veremos luego; Saíd ben Hodáil, que se levantó en el enriscado monte de Montillón (Monteleón) y lo fortificó con una alcazaba y un castillo, señoreando el territorio circunvecino. Por último, los Benu Hábil, cuatro hermanos que se alzaron con varios castillos de la misma comarca, entre ellos el de Margarita y Santisteban del Puerto.

Es a partir de año 890 el avance de Omar ben Hafsún fue imparable. Sometió por las armas la mayor parte de las comarcas de Rayya, Elvira, Priego y Jaén, cuyo señorío ya no compartía sino con algunos caudillos rebeldes, sus compatriotas y aliados. Tan cierto es que le estaba sometida casi toda la Andalucía, que el sultán no se cuidaba de nombrar gobernadores para Elvira y Jaén, cuyo título hubiera sido vano.

Durante los sucesos que acabamos de referir, Omar ben Hafsún, con sus señaladas prendas de general y gobernante, había adquirido gran poder; y como dice Ifn Alcutía, su empresa se había ido engrandeciendo hasta llegar a dominar cuanto hay entre Algeciras y Murcia.

Ibn Aljatib dice:

Hasta que dominó la provincia de Rayya y Algecira, y la de Elvira hasta Baza y Úbeda, Baeza y Cabra hasta el castillo de Poley (Aguilar).

El día 5 de abril de 891, Viernes Santo, se produjo la batalla del castillo de Poley. Allí, con una importante superioridad numérica del ejercito de Omar ben Hafsún sobre el del sultán Abdala, los españoles perdieron la batalla y fueron masacrados por los musulmanes. Éste fue el inicio de la caida del caudillo español.

Durante los años siguientes continuaron las batalla y escaramuzas.

En el año 898, con el pensamiento de restaurar en España la antigua religión, el cristianismo, Omar ben Hafsún se convierte, adoptando el nombre cristiano de Samuel., abjurando de la religión islámica, junto con toda su familia. Esto le crearía problemas con algunos de los señores musulmanes o muladíes que hasta entonces le eran fiel.

Entonces, la religión llegó a ser el tizón de la discordia. Dondequiera, los españoles musulmanes y los españoles cristianos se miraban con ojos celosos y desconfiados; en algunos distritos llegaron a hacerse una guerra mortífera. En la provincia de Jaén, el renegado Ibn-az-Chalia (Obaidala ben Umeyya ben Axxalía) , cuando volvió a tomar Cazlona, fortaleza que le habían quitado los cristianos, pasó toda la guarnición a cuchillo (898).

Abderrahman III llega al poder

Cuando los poetas musulmanes empezaban a cantar victoria, murió el Emir Abdala, el 15 de octubre del año 912 a la edad de sesenta y ocho años y veinticuatro de reinado. Un año antes había muerto Alfonso el Magno, rey de Asturias y León.

El presunto heredero de la corona se llamaba Abderrahman. Era el hijo del primogénito de Abdala, del infortunado Mahommed que había sido asesinado por su hermano Motarrif por orden de su padre. Huerfano desde su más tierna infancia, había sido educado por su abuelo, que atormentado sin cesar por los remordimientos de su conciencia, parece haber concentrado en este niño todo el cariño de que era capaz, y al que hacía mucho tiempo había designado para sucederle. Pero Abderrahman no contaba todavía veintidós años y podía temerse que no fuese apoyado por todos. Contra todo lo que era de esperar, nadie se opuso a su elevación, sino todo lo contrario, que contó con el apoyo unánime de príncipes y cortesanos. Abderrahman III, al proseguir con la obra de su abuelo, cambió el modo de hacer, pasando a realizar una política mucho más audaz, que le trajo buenos resultados.

Ocurrió que muchos señores de los castillos, sobre todo de las provincias de Jaén y Elvira, olvidando que habían tomado las armas por un sentimiento de patriotismo, se habían trocado en capitanes de bandidos, y sin distinguir entre amigos o adversarios, aquellos hombres sin fe ni ley se arrojaban como aves de rapiña sobre los viajeros a quienes podían quitar algo y sobre los pacíficos cultivadores de las campiñas. En todos los lugares y en todas las ciudades se maldecía a estos tiranos, y el que rompiera sus colosales torres y derribara las murallas de sus detestables castillos, podía contar seguramente con la gratitud de las poblaciones cercanas.

Abderrahman III reconquista los castillos del territorio de Somontín

En abril del año 913, el joven Sultan salió a campaña en persona y á la cabeza de numerosa hueste, dirigiendo su expedición a la comarca de Jaén, donde el partido español era aún poderoso.

Habiendo llegado junto a un castillo de aquella comarca, llamado Marxen, que debe ser Las Márgenes, cerca de Cúllar de Baza, recibió la noticia de que Omar ben Hafsún amenazaba a la ciudad de Archidona, capital de la provincia de Raya, y esperaba apoderarse de ella con ayuda de los muchos parciales que allí tenía. Abderrahman envió luego en socorro de Archidona una división de su ejército capitaneada por el alcaide Said ben Abdeluárit, el cual llegó tan oportunamente, que Omar tuvo que retirarse cuando ya se prometía entrar en ella.

Entre tanto, el Sultán fue a combatir el fuerte castillo de Montelón, cuyo señor, el ya nombrado Said ben Hodáil, aliado de Ibn Hafsún, se rindió al tercer día de cerco bajo seguro, evacuando la plaza, donde el Emir puso por Gobernador á cierto Mohámed ben Abdeluahab. Algún tiempo después, los españoles de Montelón, mal avenidos con el nuevo dominio, se rebelaron contra el Sultán y prendieron al Gobernador que éste les puso; entonces Abderrahman ordenó a su antiguo señor que fuese á sujetarlos, y como éste no quisiese o no pudiese ir en persona, envió en lugar suyo á su hijo Abdala. La afición y respeto que los monteloneses profesaban á aquella familia, bastó para reducirlos a la obediencia que les exigía, y por tan señalado servicio el Emir le nombró Gobernador de toda aquella comarca.

De Montelón marchó luego Abderrahman contra los castillos del territorio de Somontín, en la misma provincia de Jaén ; pero sus señores, en número de siete, entre ellos Ibn Axxalía, señor de Cazlona, e Ishac ben Ibrahim, señor de Mentesa, solicitaron luego el amán, y le entregaron cuantos castillos poseían, siendo, en virtud de la capitulación, conducidos a Córdoba con sus mujeres e hijos.

Dozi dice lo siguiente sobre este suceso:

El Sultán, por su parte, fue a poner sitio a Monteleón. El señor de este castillo, Said-ibn-Hodhail, uno de los más antiguos aliados de Ibn-Hafzun, quiso mejor negociar que combatir. El domingo embistieron la fortaleza, el martes se rindió. Ibn-az-Chalia, Isaac-ibn-Ibrahin, el señor de Mentesa y otros siete castellanos esperaron apenas a que el sultán llegara delante de las puertas de sus casa señoriales, para someterse y pedir el aman. Abderrahman se lo concedió, los envió a Córdoba bajo buena escolta con sus mujeres y sus hijos, e instaló a sus tenientes en las fortalezas que acababan de abandonar. En la provincia de Elvira todo pasó de la misma manera, y el sultán no encontró resistencia hasta llegar a Fiñana.

Desde allí movió el Sultán con su hueste, entrando en la cora de Elvira, donde se le rindieron de igual manera los castillos de Tíjola, Baza, Morbit, las Alpujarras y los Senedes, incluso el de Guadix, sin hallar resistencia más que en la plaza fuerte de Fiñana, donde había muchos parciales de Iba Hafsún. Confiados éstos en la fortaleza del castillo, animaron á los demás habitantes a resistir; pero como viesen éstos que el Sultán ponía fuego á sus arrabales, no sólo entraron en tratos para rendirle la plaza, sino que además se ofrecieron á entregarle presos a los partidarios del caudillo muladí, como se lo exigía Abderrahman.

Continuó el Emir con su campaña de éxitos por la cora de Elvira.

Desde entonces, las provincias de Elvira y de Jaén quedaron purgadas de bandidos y pacíficas. Una campaña de tres meses bastó para obtener tan importante resultado.

Sojuzgadas del todo las comarcas de Jaén y Elvira en una campaña de tres meses, el Sultán envió un ejército contra Sevilla que le abrió sus puertas antes de fin de año

El final de las guerras civiles de los muladíes

Abderrahman continuó su conquista a la par firme y conciliadora, atrayendo a los caudillos y señores cristianos, quedando Omar más solo cada día. La causa de los españoles se hundía, pues, sin remedio.

Entonces, en el año 917 ocurrió que Omar ben Hafsún falleció en su residencia de bobastro como un buen cristiano, siendo sepultado con los ritos de esta religión.

Dejó Omar cuatro hijos: Cháfar, Suleiman, Abderrahman y Hafs. Fue Cháfar quien sucedió a su padre en el gobierno de sus estados y dirección de la guerra contra el Sultán. Tres años después, en 920, moría a manos de sus soldados en Bobastro tras anunciar su renuncia a la religión cristiana y su vuelta al islamismo. Suleiman, que al poco de la muerte de su padre pasó a servir al Sultán, dejó este servicio y sucedió a su hermano. Durante los años siguientes continuaron perdiéndose castillos y pueblos a manos del sultán.

En 924 Abderrahman III hizo una expedición por las comarcas de Jaén y Elvira, donde aún quedaban algunos amigos y aliados del partido español. Acometió nuevamente el fortísimo castillo de Montelón, que defendía el caudillo Abdala, hijo de Said ben Hodáil, y lo conquistó, juntamente con otras fortalezas que aún se conservaban en poder de aquella familia, firmes aliados de Omar. Ganó igualmente y destruyó muchos castillos de aquella comarca, refugio de los rebeldes y maleantes, e hizo lo mismo en la de Elvira, hasta que acampó sobre el importante castillo de Sant Esteban, que acabó conquistando.

Continuaron los éxitos del Sultán hasta que el 21 de enero del año 928 cayó Bobastro. Antes había muerto Suleiman y su hermano Hafs tomó el mando. Después de la toma de Bobastro, Hafs entró a servir al Sultán en sus ejercitos.

De esta forma acabó la historia de Omar ben Hafsún y sus descendientes.

Otra visión de las guerras de los muladíes desde el cronista de Abdarrahman III

Una de las principales obras que relatan el periodo de Abdarrahman III es la «Crónica del Califa Abdarrahman III An-Nansir entre los años 912 y 942 (al-Muqtabis V)» de Ibn Hayyan de Córdoba.

Son fuentes árabes en las que se han basado muchos de los libros de historia que hay en la actualidad, entre ellos los mencionados de Simonet y Dozi.

Los textos siguientes corresponden a la traducción, notas e indices por Mª Jesús Viguera y Federico Corriente de la «Crónica del Califa Abdarrahman III An-Nansir entre los años 912 y 942 (al-Muqtabis V)» de Ibn Hayyan de Córdoba.

En los índices toponímicos de esta traducción se hace referencia a Somontín como el pueblo de la provincia de Almería, atribuyendo a Simonet su ubicación.

Las primeras campañas de an-Nasir

En este año tuvo lugar la campaña de Monteleón, primera de an-Nasir y presagio de su fortuna, para la que se había preparado desde primeros de rayah de este año ( 11 febrero 913), enviando mensajes a los gobernadores de las coras y regiones que se mantenían en su obediencia, para que se movilizaran y aprestaran a partir con él. El primero que le respondió, corroborando su obediencia, fue el yund damasceno, o sea, los de la cora de Elvira, que se apresuraron a venir a palacio y ponerse al servicio del califa, dejando por él sus fortalezas y baluartes inexpugnables sin pedir amán ni tomar garantía. La causa de su sumisión fue la intervención de su cadí, Muhammad b. ‘Abd al-Jaliq al-Gassani, en este asunto y sus admoniciones y consejos, pues era escuchado entre ellos y no se le llevaba la contraria: él vino en persona con ellos a la puerta del sultán, el cual los colmó de agasajos y les reconoció la prioridad, concediéndoles el gobierno de las fortalezas que tenían, tras asegurarse de que se mantendrían en la obediencia, y designando entre ellos a Musa b. Taryuman y a Mujariq b. Yahya como jefes de los dos yund, lo que fue la primera designación en su reinado; la designación como cadí de ellos de Mubammad b. ‘Abdaljaliq fue a mediados de rabi II del mismo año (29 noviembre 912), siendo también el primer cadí que nombró. Al cabo de algún tiempo, estuvieron listos los preparativos de esta expedición, para la que partió el califa an-Nasir el sábado 7 de ramadán del año en curso, 17 de abril del calendario solar (año 913). Sobre esto dijo Ahmad b.Muhammad b. ‘Abd Rabbihi:

Partiste, siendo tus ejércitos la ayuda y el apoyo divinos,
con la gloria de cabecera y el poder por cauda,
extendiéndose por los horizontes la misericordia divina
y mostrando la tierra faustos presagios a tu aparición.
pues se puso las túnicas adornadas de sus flores
como imitándote su adorno en belleza.
Saliste al camino entre generosidad y fuerza,
ésta en tu diestra, aquélla en la siniestra:
aunque opuestas, reunidas en tus manos,
pues ni sin ellas valdría nada la vida, ni sin ti,
marcharía ante ti el auxilio divino apresurado,
quebrando victorioso a quien se te opone en la tierra,
mientras la gente invoca, las esperanzar ansían,
la obediencia te anhele y la rebeldía te teme.
El plenilunio de tu diestra no se sujeta a órbita,
pues no verás que tal hagan plenilunios de la tierra:
guía contra los enemigos un ejército atronador
y enorme que machaca las colinas:
¡Misericordia y gracia de Dios para el mundo!
Goce el mundo de tu misericordia y gracia.

An-Nasir acampó en la explanada de Sa‘id b. Hudayl, en la fortaleza de Monteleón el domingo, a mediados de ramadán del año en curso (25 abril 913), atacándola en la mañana del lunes siguiente, tras rodearla por todas partes y escalar los hombres el monte Yarisa que la domina, tras desalojar a los que lo ocupaban los del sultán. El combate por la fortaleza se encarnizó el siguiente martes, generalizándose el incendio de sus arrabales y penetrándose en su interior, de manera que mucha de su gente fue muerta a sus puertas: a punto de perecer, Sa‘id b. Hudayl se rindió, buscando refugio en el amán, bajando a entregar la fortaleza al sultán. Fue su conquista el martes, quedando trece noches de ramadán (27 abril 913), y el sultán se la dio en gobierno a Muhammad b. ‘Abdalwahhab, según acta extendida en el mismo campamento.

El ejército fue luego a la fortaleza de Somontín, donde ‘Ubayd Allah b. Umayya b./as-Saliya estaba ya espantado de lo sucedido a Ibn Hudayl, por lo que se entregó en manos de an-Nasir sin combate ni oposición, refugiándose en el amán y cediendo todas sus fortalezas y baluartes en Somontín, que eran cerca del centenar, castillos algunos famosos por su inexpugnabilidad, el gobierno de todos los cuales dio an-Nasir a Yahya b. al-Layt.

De allí fue a las fortalezas de los Banu Hábil, que les hizo abandonar una a una, y luego, a las fortalezas que tenía el malvado ‘Umar b. Hafsún en la cora de Jaén, conquistando Bacor, donde hizo rendirse a su caíd, Ibn ‘Arus, Castro, donde hizo rendirse a Dahhún b. Hisam, Sirra, donde hizo rendirse a Ibn ‘Abdala‘la y Uqliq donde estaba Fahlun.

Luego fue contra las fortalezas que tenía el perverso ‘Umar b. Hafsun en la cora de Elvira, tras acabar con la de Jaén, y no dejó allí quien se le opusiera, aunque aquellas fortalezas agregadas a los dominios de Umar b. Hafsún se habían negado a rendirse al sultán, cuando la gente de la cora se había apresurado a hacerlo, entrando en sus filas. Las sitió una por una, pero se le resistió la de Juviles por su lejanía y la dificultad de alcanzarla con catapultas; como allí estaban algunos cristianos del perverso ‘Umar, valerosos y enérgicos, resistieron bien, pero an-Nasir, empeñado en combatirlos, hizo construir una base, donde emplazó la catapulta, alcanzándoles con sus piedras, y les cortó el agua y apretó el cerco hasta vencerlos, siendo tomada la fortaleza al asalto y muertos cuantos partidarios del rebelde ‘Umar allí había, lo que le hizo mella, cayendo con ésta todas las fortalezas de Ferreira y alrededores. El maldito Ya’far, hijo preferido y heredero de su perverso padre, que estaba en Salobreña, asustado con estos triunfos sucesivos, huyó de allí de noche, uniéndose con su padre en su capital de Bobastro.

An-Násir fue luego a la fortaleza de Esteban, que domina la capital de Elvira, al tiempo ya de regresar, pues la tranquilidad se había consolidado, a pesar de lo cual la sitió unos días, mientras se ocupaba del gobierno de las fortalezas conquistadas en las dos coras de Damasco y Qinnasrin [o sea, Elvira y Jaén], guarneciendo sus baluartes y recorriendo sus aledaños que visitaba repetidamente, hasta que todo aquello quedó seguro, como él quería.

Las conquistas suyas en ambas coras en esta campaña alcanzaron las setenta fortalezas principales, renombradas y famosas, refugio de disidentes y rebeldes, por las que se riñeron grandes batallas, a cuyo número hay que sumar sus alcazabas, atalayas y fortificaciones menores, hasta cerca de 300 fortificaciones y torres, pues de éstas, sólo ‘Ubayd Allah b. Umayya b. as-Sáliya tenía más de cien. Nunca anteriormente se había oído que ningún rey del mundo hiciera tales conquistas en una sola campaña, según contó y señaló aproximadamente el gran poeta Ahmad b. Muhammad b. ‘Abd Rabhihi en unos versos suyos, cuando dice:

En una sola campaña te apoderaste de doscientas fortalezas
Llenas todas de petulantes rebeldes:
Ni Salomón tal hiciera,
Ni el constructor de la muralla de Gog y Magog.

Dijo también en otro poema:

En medio mes dejaste a la tierra tranquila,
Tras habérsele agitado incluso el lomo:
Cuando vieron cenirse sobre ellos el halcón,
Tornáronse milanos, y hasta francolines.

An-Nasir regresó de esta expedición, entrando en palacio el día de la Pascua Grande de este año (18 julio 913), a los tres meses y tres días de su partida.

La nómina de los rebeldes desalojados en esto campaña es: Sa’id b. Hudayl, que residía en la fortaleza de Monteleón, entre las otras citadas que le estaban agregadas, ‘Ubayd Allah b. Umayya b. as-Saliya, que residía en la fortaleza de Somontín, y era quien tenía más fortalezas que llegaban hasta tierras de la cora de Elvira, los Banu Habil, Mundir, Hábil, Amir y U’mar, hijos de Hurayz b. Hábil, de los cuales, Mundir fue desalojado de la fortaleza de Bagtawira, Habil de la de San Esteban, y ‘Amir de la de San Justo, teniendo cada una de estas fortalezas principales fortificaciones accesorias; Dahhün, desalojado de la fortaleza de Castro, que domina la capital de Jaén, ‘Ahdal’azíz b. ‘Abdala’là, de la de Sirra, Fahlun b. ‘Abdallah, de la de Santillana, Aflah b. ‘Arús, de la de Bacor, en Elvira, aliado de Ibn Hafsun, así como

Muhammad b. Farwa, que fue desalojado de la fortaleza de Ubeda en Elvira.

Conquista de las fortalezas de Juviles y Alpujarras

En este año fue conquistada al asalto la fortaleza de Juviles, y muertos en ella 55 hombres, aliados de ‘Umar b. Hafsun, entre ellos campeones distinguidos como el llamado Rubiel y Hilál at-Tanyi.

También fue tomada al asalto la fortaleza de Fiñana tras once días de combate, pues sus moradores obtuvieron el amán a cambio de entregar a los aliados de ‘Umar b. Hafsun al sultán, que los hizo morir, habiendo entre ellos caídes de aquél y personas notables, como Maslama b. Ru’ba, Jalid, conocido por Abu Sulayman, Munira y otros. De éstos, An-Nasir entregó a Maslama a Muhammad b. Adha, con el cual rescató a sus dos hijos, rehenes del perverso ‘Umar b. Hafsun, con los que se había librado cuando cayó en su cautiverio.

También fueron conquistadas todas las fortalezas de las Alpujarras, que estaban anexionadas a Ibn Hafsun, pero que hizo volver an-Nasir en esta campaña a la obediencia, con claras señales del beneplácito divino, al tener éxito cuando hizo en ella, guerra o paz. (Se cuenta que) un mentecato de aquellas altivas fortalezas se asomó reprendiéndolo despectivamente diciendo: «Dadle, dadle al hijo de su madre en el rostro», a lo cual replicó un acemilero que estaba cerca en la formación: «Pardiez que no ha de partir sin la cabeza de Ibn Hafsun en su poder», al oír esto, dijo el califa: «El que ha dicho esto sea elevado a más noble misión, inscribiéndosele con los caballeros y dándosele montura y tal suma de dinero», y así se hizo en el acto, con lo que pasó a ser uno de sus hombres distinguidos, peregrina anécdota de su solicitud, que la gente hizo circular.

Sobre esta feliz campaña dice Ismail b. Badr en una poesía suya:

Enarbolados fueron pendones de victoria en que
vimos cómo será la resurrección de la humanidad:
los lleva un ejército que, cuando se mueve,
aunque la tierra le sea huraña en hondonadas y asperezas,
hace ameno el desierto que estaba abandonado
y desierto por su causa a lo poblado y ameno.

Es un largo poema.

Versión de ‘Arib de la campaña de Jaén

Esta es otra versión de fuentes árabes. Dice ‘Arib b. Said: an-Nasir hizo su salida del palacio de Córdoba el jueves 13 de sa’ban del año 300 (24 marzo 913) y partió en dirección a la cora de Jaén el sábado, 7 de ramadán (17 abril 913), 23 días después del alarde, dejando al cargo del palacio al visir y zalmedina Musa b. Muhammad b. Hudayr, junto a Abdarrahman, hijo del chambelán Badr, que partió con él con numerosas tropas y cumplidos pertrechos. Antes de su partida se había acogido a él Muhammad b. Farwa, señor de Úbeda, con todos sus caballeros, a los que recibió y acomodó de la mejor manera posible, integrándose con sus hombres y llevándoselo a él con el ejército, con lo cual se dirigió a su objetivo. Al acampar en la fortaleza de Martos, de la circunscripción de Jaén, tuvo noticias de la llegada del malvado Umar b. Hafsún a lo ciudad de Málaga, alcazaba de la cora de Riyya, a hostigar a su población, codiciando aprovecharse de su desamparo: aquella misma noche envió a socorrerles a Sa’id b. Abdalwarit con parte del ejército, ordenándola marchar velozmente y abreviar jornadas hasta entrar en Málaga y asegurarla, cortando Ios designios de Ibn Hafsun sobre el particular. Llegado aquél a ella, la aseguró y protegió la zona contra Ibn Hafsun.

An-Nasir, por su parte, marchó contra la fortaleza de Monteleón, acampando junto a ella el domingo, a mediados de ramad,an del año (25 abril 913), y combatiendo a su señor, Sa’id b. Hudayl, hasta conquistarla el martes, quedando 13 noches del mes (27 abril 913). Desalojándolo de ella, le concedió un amplio amán y lo trató con largueza, y encargó el gobierno de aquélla a Muhammad b. ‘Abdalwahhab. Luego se dirigió a la fortaleza de Somontín, cuyo señor, ‘Ubayd Allah b. Umayya b. as-Sáliya le pidió el amán, imitado por Ishaq b. Ibrahim, señor de Mentesa, por ‘Ukasa b. Muhsan, señor del valle del Guadodalla, Maslama b. ‘Abdallah, señor de Bayila, Mundir b. Hurayz, señor de Bagtawira, Aflah b. ‘Arus, señor de Bacor y Fahlun b. ‘Abdallah, señor de Santillana: todos ellos le rindieron sus fortalezas, sometiéndose a su obediencia y entregándose a discreción, y a todos perdonó ampliamente e hizo objeto de su favor, haciéndoles salir de la zona y mandando por delante a sus mujeres, hijos y enseres a Córdoba, de modo que acabaron siendo modelo entre sus hombres, y en sus fortalezas y baluartes hizo caídes a hombres de su confianza. Luego rindió a ‘Abdal’aziz b. ‘Abdala’la de la fortaleza de Sirra, y a Dahhun b. Hisam de la de Castro, consolidándose la obediencia en la cora de Jaén y reinando la seguridad.

Campaña en la cora de Elvira

Luego se dirigió a la cora de Elvira y, tan pronto la ocupó, la gente de las fortalezas de Baza, Tíjola, Murbit, al-Barayila, y los Cenetes se apresuraron a rendirse, acogiéndose a la obediencia y evacuando sus fortalezas: él los acogió según esperaban, controlando la zona y guarneciendo sus fortalezas con personas de confianza de la mejor manera, según su excelente táctica.

Trasladóse An-Nasir luego a las fortalezas de Guadix, que evacuaron sus señores por su temor, acampando frente a la de Fiñana el viernes, 4 de sawwal (14 mayo 913); en ella estaban algunos de la banda del rebelde ‘Umar b. Hafsun, los cuales disuadieron y engañaron a su gente, de manera que se negaron a rendirse con la esperanza de librarse por la inexpugnabilidad de su fortaleza y gran valor, pero los ejércitos los rodearon e incendiaron su arrabal, con lo cual se volvieron atrás sumisos y rogaron se les aceptara el arrepentimiento con tal de entregar a los de la banda del rebelde de Ibn Hafsun que tenían: concedido esto, los entregaron, y fueron apresados.

An-Nasir se puso en marcha enseguida dirigiéndose a los baluartes de la región de ásperas montañas de Ba–ira, penetrando con sus ejércitos en Sierra Nevada en la época en que es intransitable. Se lanzó con la gente y Dios le facilitó las cosas, haciéndolo llegar adonde quería, de modo que conquistó las fortalezas de detrás y asoló la comarca, no quedando en ella lugar que resistiera.

Allí supo que el rebelde Ihn Hafsun se había acercado con todo su ejército a la capital de Elvira, codiciando aprovechar la….