Autor: Baldomero Oliver Navarro, “el Rulo”
Otro de los episodios que mencionaré, con relación a la guerra, por su curiosidad y que tiene relación con nuestra sierra de las Estancias y Filabres, es que por aquellos 3 años que duró la guerra, a Somontín y a toda la provincia de Almería, le tocó estar todo el tiempo en zona roja o republicana, con lo que además de haber sido esquilmados en nombre del “Comité” pertinente, sus habitantes se vieron voluntaria o involuntariamente obligados a alistarse, si querías como si no, al ejército rojo, la otra alternativa era esconderse y pasarse los días escondidos en cuevas y madrigueras humanas para no ser enviado al frente, lo que repercutió a las familias que se vieron presionadas, apresadas y coaccionadas para que delatasen a sus familiares o conocidos escondidos.
Para presionar a los familiares de los escondidos, los milicianos apresaron y encarcelaron a los padres de los mismos o las mujeres, a los hombres los metieron durante bastante tiempo en la cárcel que estaba situada en los bajos del ayuntamiento de Somontín y que después se convirtió en fragua y algunos/as los/as enviaron a la cárcel de Gachas Coloradas en Almería, a las mujeres las encerraron en la iglesia, practicando la misma táctica de presionarlas para que delatasen a sus maridos o hijos, pero no consiguieron nada.
Como dato curioso, mencionaré que Juan Panzón era el Comisario Político o Sargento de Tapas, encargado del reclutamiento de los mozos de la zona y en una partida envió primero a Almería y de allí a Madrid a hacer la instrucción y luego al frente de Extremadura a Pepe “El Calixto”, Alberto Reyes, Juan María, José García y “El Urraqueño”, acabaron la instrucción, los armaron y los mandaron al frente, no llegaron ni a desenfundar las armas, a los 4 días de estar en el frente, desertaron y se vinieron al pueblo, andando por las sierras que hay desde Extremadura a Somontín, estuvieron 15 días andando de noche, ya que de día se tenían que esconder; comían lo que pillaban por el camino, a veces arriesgándose a ser descubiertos, Alberto Reyes contaba que en un cortijo que entraron a buscar comida les salieron unos perros y fue tal el susto, que salieron a la carrera y contaba que tenía tal pánico, que “saltaba los olivos como si fueran tomillos”.

Otra escapada posterior del mismo frente, fue la protagonizada por Manuel Navío “El Nano” y Antonio “El Fernández” su compañero de huida, (casado con María Pallares hija de Pepe y María Mesas), también atravesaron desde Extremadura a Somontín en las mismas condiciones que los anteriores, guiándose por la Estrella Polar, al llegar a Somontín se escondieron cerca del cortijo “Los Fogueras” en la Rambla, que tenía el “Tío Nano” y por las noches su madre u otro familiar, que sabía dónde estaban escondidos, les acercaba algo de comer, así hasta que acabó la guerra.

Había otro tipo de escondidos, eran los falangistas, estos se hicieron fuertes en la sierra, haciéndose respetar, ya que estaban bien armados y eran gente muy decidida, durante los 3 años que duró la guerra los milicianos, encabezados por los hermanos Francisco y Juan Fernández Rodríguez con el apodo de los “Manchegos” ambos, eran de Serón, el primero era el Secretario Comarcal de la CNT durante la guerra, fue fusilado en Almería el 25-04-44, el segundo era vice-alcalde de Serón y Presidente del Comité Revolucionario durante el año 1936-1937, también fue fusilado en Almería el 10-07-41, lo que da a entender su grado de implicación en la persecución de todos los que no se mostraron colaboracionistas con sus ideales.
Otro paisano de Serón, llamado Juan Marcelo, se movía por toda la comarca del Valle del Almanzora con su grupo de milicianos y su ametralladora, presionando y atosigando a todos los que consideraban burgueses o que tenían ideas distintas a las suyas.

de José “el Figurín”. (Foto cedida por: José Acosta Oliver)
Estos líderes de la CNT y sus grupos fueron tras nuestros paisanos que no comulgaban con sus ideas de todas las formas y maneras, presionando a las familias, llevándolas a la cárcel, buscando y comprando delatores, pero no hubo manera de dar con ellos, se movían por el cortijo “El Sache”, “El Arenal”, «Barranco del Agua», en un monte muy grande y espeso llamado “Lo Muñoz” y en “La Pinilla”, etc., este grupo estaba formado y capitaneado por Emilio Múñoz, Jefe de la Falange de Purchena, Pepe Alvarez, 2.º Jefe de Falange, Julio Acosta y Pepe Acosta Brocal “Faustina” de Somontín y cuñado mío, contaban con 2 enlaces en el pueblo, Ramón «Jabones» Cañabate y Juan «Chambas», que se turnaban en llevarles provisiones y noticias una vez por semana, para no levantar sospechas, siempre iban de noche a contactar con ellos en el sitio que habían quedado con el enlace anterior.
El líder de este grupo, Emilio Muñoz no se fiaba mucho de Juan «Chambas», para ponerlo a prueba le entregó una pistola y le ordenó que se desplazara al cortijo los “Berruezos”, a los que acusó de colaboracionistas con los rojos y le ordenó matar al propietario; Juan «Chambas» se asustó y se echó para atrás, era una prueba para ellos de que no era de fiar y a partir de entonces dejaron de contar con él, y solo se quedaron con la colaboración de Ramón «Jabones».


Ramón «Jabones» en aquellos días vivía en el porche en la casa que hoy en día es de Ramón «Clara», y una noche recibió la visita de unos 20 a 25 milicianos que venían en un camión de los pueblos del río Almanzora, encabezados por los hermanos Manchegos y algún delator o colaborador del pueblo, indiscutiblemente venían a por él para que delatara a los escondidos, Ramón Jabones tuvo tiempo de reaccionar, vio lo que se le venía encima antes de acabar de abrir la puerta y salió corriendo escaleras arriba hacia la azotea de su casa, los milicianos la emprendieron a tiros hiriéndole en un brazo, él no se amedrentó, continuó su huida como pudo y a través de los tejados comenzó a saltar de casa en casa: la del “Tío Cristino”, la de Juan Lucas, la de Juan Antonio, la de Gregorio, la de Don Alberto Acosta, la de Juan Emilia y finalmente llegó a la última: la Casa Curato, saltó a la terraza y desde allí se tiró al huerto del “Tío Foguera”, una altura de unos 15 metros, tuvo suerte en la caída y no le pasó nada más, así herido de bala, pudo proseguir su huida y se dirigió a Urrácal, donde tenía 2 hermanos, allí le curaron y se fue a la sierra a unirse al grupo de amigos escondidos, hasta el final de la guerra.
Otro de los que protagonizó un episodio digno de mencionar fue mi tío y cuñado Gervasio Oliver Oliver “El Rulo”, hermano de mi padre y su mujer Soledad, que aun vive, hermana de mi mujer Rosario “Faustinas”, lo cogieron los rojos, lo alistaron y mandaron a Almería, lo destinaron al frente de Valencia, en el transcurso del viaje de Almería a Valencia al llegar el tren a unos 400 metros de la estación de Purchena y al comenzar frenar para hacer la parada, él saltó del tren y salió corriendo para Somontín, llegó a su casa que estaba en la calle del Medio y como allí no estaba seguro, se bajo a la Rambla al cortijo de nuestro suegro, y en un goterón que estaba bien tapado por una gran frondosidad de matas, además de tener justo delante un gran olivo, que hay encima del «Bancal del Cuezo» se excavó un poco más de espacio para poder estar más o menos cómodo e ir pasando los días, por las noches mi suegra Soledad le llevaba la comida y él aprovechaba para salir y darse algún que otro paseo, ya que conocía perfectamente la zona, así se pasó más de 2 años, él ya estaba casado y con un hijo.

Un día mi amigo de aquellos tiempos y cuñado a posteriori: Antonio “Faustina”, que había sido reclutado e incorporado a filas republicanas, evidentemente si quererlo, ya que toda su familia era de derechas, fue destinado en el frente de Valencia, en una expedición lo enviaron a Granada en busca de un grupos de reclutas para llevar al frente, consiguió que el jefe de expedición aceptara una propuesta suya y le diera permiso unos días para ver a su familia, al llegar el tren a los «Puentes de Hierro» de Tíjola, como vivía cerca, se bajó y se vino al cortijo de su padre, quedando para el día que el tren volviera hacia Valencia, para estar en el mismo sitio e incorporarse al grupo de vuelta a Valencia, unos de aquellos días quedamos en verlos y como cosa especial nos fuimos a tirar unos tiros para probar su «fusil Mauser», con tan mala fortuna que el olivo que decidimos hacer de centro de diana, era el que hacía de parapente al goterón de mi tío Gervasio, tiramos una veintena de disparos y él pensó que ya lo habían encontrado e iban a matarlo, por la noche se lo contó a su suegra y ella le dijo que seguramente habíamos sido nosotros; cuando acabó la guerra nos propuso meternos en el goterón y él hacer lo mismo que habíamos hecho nosotros con él, a lo cual no aceptamos, ya que lo más seguro es que nos hubiera matado o al menos ganas no le faltarían.
Faltando unos pocos meses para el final de la guerra, nos pusieron en cada pueblo un cuartelillo de guardias de asalto, que no dejaban moverse ni a Cristo, pero sus componentes sí que se tiraron a la buena vida como toda aquella gente miliciana que campaba por nuestro municipio y alrededores.
Nosotros teníamos unas cabras que criaban unos chotos y una noche vino un tal “Eduardo”, que era el cabo y se lo llevó todo y si te vi no me acuerdo y a callar para que no te llevaran por delante, que entonces sí que estabas perdido.
En otra ocasión fue Manuel “Pasamontes” Casas, que estaba casado con Dolores Pallares, que se dedicaba a la costura y padecía una deficiencia física, al igual que su marido, y en el pueblo se les sacó una cancioncilla que decía: “Atención señores mano a la estrella, que si cojo está él, cojo está ella”; él antes de la guerra cobraba los consumos y tributos del partido judicial de Purchena y pueblos de la comarca, como era una persona con estudios y bastante espabilado se fue al frente y a los cuatro días lo hicieron capitán; el tío era verdaderamente listo, le pidió permiso a su comandante y le propuso una maniobra para irse con su compañía por la retaguardia y dirigirlos después al frente, el comandante creyó en él y se lo autorizó, “Pasamontes” se tira para atrás, más que otra cosa, huyendo de ir al frente y empieza su estrategia, desde Pinos Puentes, que está a unos pocos kilómetros de Granada, donde estaba establecido el frente, levantó su compañía y vino a aterrizar a Somontín.

Aquí se presentó montado en un caballo tordo muy grande, que impresionaba y acampó su compañía en la era del cortijo del «tío Manuel Diego» a 1 km. a la entrada del pueblo, estableció varios controles en distintos puntos, como en el cortijo «el Seco», donde mandó a 4 soldados y un cabo, otro controló la entrada a Somontín por el camino de Urrácal, y otro se estableció en «la Cigarra», además de meter en varias casas del pueblo a distintos grupos de soldados para que durmieran bajo cobijo y al mismo tiempo recabar información sobre los habitantes del pueblo.


A mi padre Baldomero (mi abuelo), le obligó a meter en su casa para que durmieran allí, doce soldados, uno de ellos se llamaba “Joselito”, que era el sargento, no sabía ni leer ni escribir, era de los más malos, estos creo que deberían ser sus méritos para hacerlo sargento; otro se llamaba el “Jopo” que también hizo de las suyas, entre otras, se llevó a una muchacha que era hermana de Juan Guaracha.
Los soldados que dormían en la casa de mi abuelo, vieron que en la sala de la casa había unos sacos de trigo, que eran la renta que le daban sus 4 hijos, cada uno le daba cuatro fanegas y con esto tenía que arreglarse; pues bien, éstos se lo dicen a “Pasamontes” y éste obliga a su cuñado Ramón Bermúdez López, que era natural de Bayarque, por aquellos días era el Jefe de Abastos, encargado del control de los bienes requisados y de su reparto, estaba casado con Pilar Pallarés, hermana de Dolores, a que se las decomise o requisase, se las quitaron todas, dejándoles en la más absoluta miseria, suerte para mis abuelos que mi padre vivía a su lado y de lo poco que había en nuestra casa, lo primero era para los viejos, cosa muy bien vista por todos nosotros, ya que el tío Gervasio “El Rulo”, estaba escondido y mi tío Baldomero también.
Pilar Pallarés, era una persona muy dicharachera y recuerdo que cuando se hacían los repartos, contaba de su marido a modo de broma: “Ramón Bermúdez el de las cuentas más limpias, pero el hombre más sucio”. También sacó una cancioncilla adaptada a los que estaban escondidos en el cortijo Ondonero de la Sierra de Lúcar, que por aquellos días era propiedad de la familia Ontiveros, que más tarde, después de la guerra emigraron a León y más tarde a Mallorca, la canción decía:
Si me quieres encontrar,
te digo mi paradero,
soy de la columna del miedo
y estoy en el barranco Ondonero.

Además de estas dos hermanas Pallares que he citado, su familia estaba compuesta por otros 3 hermanos más: Pepe, casado con María Mesas Acosta (hermana de mi abuela materna), Piedad, casada con el “Pan Bueno”, que un día emigró a la Argentina, dejándola con 2 hijos (Clotilde y Manuel) y no volvió nunca más y por último Antonio? Pallares (no estoy muy seguro de su nombre), pero sobre esta persona me voy a extender un poco más.
Todos los de la familia “Pallares” estaban más o menos, más bien más que menos, en el bando rojo, en Somontín había dos ramas de familias con el apellido «Pallarés» o «Pallares”, casi todos colaboraron con las milicias revolucionarias que visitaban el pueblo y atosigaban a los que no tenían sus mismos ideales, pero la excepción la marcó Antonio?, ya que en tiempos de la guerra estaba destinado como sacerdote en Albox, una noche se presentaron unos milicianos y lo detuvieron, a los pocos días se lo llevaron de madrugada con otros 12 detenidos, y en la entrada al pueblo de Albox los bajaron del camión y en lo alto del cerrillo que hay en la carretera general de Albox viniendo de Purchena los acribillaron a balazos, como era muy de noche, los milicianos no se percataron que Antonio no había sido herido, él se hizo el muerto y cuando no escuchó nada, ni ruido ni personas, se levantó, él padecía de una gran falta de vista y al estar desorientado comenzó a caminar sin saber la dirección que llevaba, hasta que sin darse cuenta se volvió a encontrar con los que hacía unas horas le habían disparado, inmediatamente se lo volvieron a llevar y lo remataron con un tiro en la cabeza, le quitaron la sotana y la colgaron en un almendro a modo de bandera y allí estuvo hasta que se acabó la guerra. Él es otra de las víctimas de la guerra de nuestro pueblo que no parece ser contabilizado por ningún sitio.

Mejor suerte corrió el párroco de nuestro pueblo en los tiempos de la guerra, que era Don José Jiménez, también nacido en Somontín y que apercibido con antelación de que venían a por él, se escondió hasta que finalizó la guerra y pudo salvar la piel, ya que seguro que se lo hubieran cargado igualmente.
Según nos cuenta su sobrina Rosario Torres, que aun vive en Almería y que de tanto en cuando se deja ver por nuestro pueblo, su tío estuvo escondido los 3 años que duró la guerra en un habitáculo de apenas un 1 metro cuadrado debajo de las escaleras del pajar de su casa, que le construyó Juan Reche, en el que apenas cabía, teniendo que estar en una postura encorvada y muy molesta.
Durante el tiempo de la guerra apenas salió de casa, y si lo hizo fue de noche para no ser visto y con vestimenta y aspecto totalmente cambiado, en casa se cuidaron mucho de que nadie supiese donde se escondía, ya que hubiera supuesto su perdición, casi seguro que lo hubieran fusilado.
En la provincia de Almería en los 4 primeros meses de guerra se llegaron a contabilizar más de 80 muertos o asesinados de muy distintas maneras pertenecientes al clero (curas, monjas, clérigos y sacristanes), por considerarlos colaboracionistas o sospechosos de tener ideales de derechas.
Al mi suegro Gervasio “Faustina”, ya que era de derechas y siempre había estado metido en política, fue uno de los que más amenazas recibió por parte de los republicanos y milicianos, se lo llevaron en varias ocasiones, en una de ellas se lo llevaron a Almería a Gachas Coloradas, ya tenía 67 años, lo cargaron en un camión junto a un grupo muy numeroso de paisanos de la comarca, para presionarle y atemorizarlo, en otra ocasión se presentaron a las 3 de la mañana en el cortijo de la Rambla, porque querían que les dijera donde se escondía su hijo Pepe y su grupo, como no colaboró, lo apresaron y se lo llevaron para el pueblo, al llegar al cortijo del “Cojillo”, por encima de la “Cuesta Quinos”, el jefe de los milicianos, que era el “Manchego” de Serón, le dijo: “Tío Gervasio, si quiere se puede marchar, de momento está todo bien, no importa ir al pueblo”, mi suegro se olió algo raro y pensó en cuanto comience andar me acribillan, por lo que se agarró al brazo de Juan “Cachelas”, que era uno de los confidentes que ellos tenían en el pueblo y le contestó: “Vosotros me habéis venido a buscar y yo voy donde me llevéis”, así que como no se movió y en todo momento se mantuvo agarrado al brazo de Juan “Cachelas”, tras la negativa a marcharse continuaron hacia el pueblo y lo tuvieron 3 días en la cárcel, para ver si delataba a su hijo.

Trinidad Padilla, fue otro de los que sufrió el atosigamiento y la persecución de los milicianos, un día lo vieron desde el “Pretil”, ya que estaba escondido en unas paratas que tenía su padre justo debajo del pueblo, se engancharon a tiros con él, suerte que no le hirieron y pudo escapar agazapado por debajo de los ribazos, éstos creían que lo habían herido y fueron para abajo a rematarlo, pero él se había dado a la fuga.
Cuando a finales de 1938 y principios de 1939, los republicanos comienzan a ver que van a perder la guerra, deciden coger para reclutar a todos los muchachos, fueran o no mayores de edad, bastaba con dar un poco la talla y todo el que veían por la calle que les pudiera servir para aguantar un fusil lo reclutaban, juntaban unos cuantos de un pueblo y otros de otro y cuando tenían bastantes, los cargaban como ganado en un camión y los mandaban a su línea de frente republicano, así aguantaron un poco más y abastecieron sus tropas de nuevos soldados.
Por el mes de marzo de 1939, en aquellos días yo estaba a punto de cumplir los 18 años, y como sabía que vendrían a por mí, decidí junto con mi amigo Juan Padilla esconderme también por si acaso, antes de que nos reclutasen, así que nos fuimos al “Rincón” y debajo de una gran higuera que tenía el “Tío Nano” nos pasamos 3 semanas, mi padre sabía dónde estábamos y nos acercó un par de mantas y cada semana no traía algo de comer, hasta que el 1 de abril se declaró el fin de la guerra y volvimos al pueblo.
La algarabía que había en el pueblo era total, todo el mundo estaba contento o asustado, según los ideales que se tenían, pero todos estábamos desconcertados ante el futuro que nos venía.
Los falangistas y gente de derechas salieron a la calle y mostraron su alegría, después de 3 años de opresión y miedo, gritando consignas que los niños repetían por todas las calles del pueblo, lo más popular era: “Viva Cristo Rey! Muera Negrín! La guerra ha terminado!”.
Una de las primeras acciones que hicimos los más jóvenes que nos habíamos escapado de ir a la guerra o al menos ser reclutados, fue la de ir a la “Casa Curato”, en aquellos días se le conocía desde antes de la guerra como “Casa del Pueblo”, lugar donde se reunían tanto los comunistas, como los anarquistas y los socialistas, y allí ondeó durante todo este tiempo la bandera comunista a la entrada de la casa; Juan Domene, el que posteriormente fue el maestro del pueblo, se encargó de arriar la bandera y entre todos la arrastramos por todas las calles del pueblo, para finalmente pegarle fuego en la plaza “El Santo”.

ni circunstancias. (Foto cedida por: Remedios Sánchez Cañabate)
En Somontín hubo bastantes muertos en un bando y en otro, con motivo de la guerra, de los que no se ha sabido el paradero de casi ninguno, recuerdo con mucho cariño a mi compañero de noches larguísimas de viaje a José Oliver García “El Figurín”, fusilado por que su cuñado Juan Mesas se pasó al bando nacional, a Antonio Navío Mesas “El Chato Peneque”, Francisco Cañabate Fernández “El Candelas”, a los 2 hermanos “Yélamos” Diego y Juan Yélamos Mesas, que vivían en la calle las Parras y que fui vecino de su familia muchos años, su madre Dolores siempre les llevó luto, Enrique Mora Vicente “El Perdío”, que murió en Marruecos, Antonio Oliver Martínez “El Correo”, murió tras 3 días de tortura en el cuartel, ejecutado de 2 tiros en la cabeza (información que nos relata su sobrino Antonio Azor), por que su hermano Joaquín logró pasarse al bando nacional, Juan Oliver Brocal “El Chico”, Juan Reche Reche “Rechillo”, Juan Sánchez Cañabate “El Gachas”, Antonio Ramos Castillo “El Lacre”, casi todos estos murieron en el frente, la mayoría en la Batalla de Belchite en Teruel, que era el frente más temido, morían como piojos y de allí salió una canción popular que decía:
Belchite ya no es Belchite,
Belchite es un matadero,
Donde van los milicianos
A morir como corderos.
Mención aparte merece la muerte de Modesto Acosta Cañabate, que era el Teniente de Puesto en la Comandancia de la Guardia Civil de Albox por aquellos días, una noche los milicianos rodearon el puesto y fueron a por él y el resto de guardias civiles, él observó que no tenía posibilidad de defender el puesto y salir bien parado de allí, decidió rendirse para evitar un baño de sangre, pero su suerte ya estaba echada, tomase la decisión que fuere, a los pocos días vino un camión de Almería y frente al «Café Los Canelas», que eran originarios de Lúcar, los cargaron como borregos y los mandaron para Almería, y más tarde acabaron su destino final en el Campo de Tabernas, donde los arrojaron vivos a él y todos sus compañeros en unos pozos que había allí de más de 50 metros de profundidad, y posteriormente los cubrieron con unas cargas de cal viva para hacer desaparecer sus restos.

Modesto Acosta, era hijo del primer Guardia Civil que hubo en Somontín: D. Pedro Acosta «el tío Pedro Ventura», que tras haber tenido diferentes destinos por toda España, acabó su días de Guardia Civil en el Norte de África, concretamente en la Comandancia de Melilla, al jubilarse se instaló en el pueblo en la casa que hace esquina actualmente del Callejón de María Guerrero con C/ del Aire, después esta casa pasó a su nieto Modesto donde instaló el estanco durante muchos años, yo era un crio de unos 6 ó 7 años y recuerdo verlo paseando por las calles del pueblo ya muy mayor y casi cada día acudía a las tertulias y reuniones de los viejos y mayores en los Álamos o en las almazaras en el invierno.
Después de D. Pedro Acosta, le siguieron en su incorporación a la Guardia Civil su hijo Modesto, después se incorporó Antonio García «El Marañoso» y le siguió Antonio Prados Navarro, que más tarde fue alcalde de Somontín, estos fueron los primeros Guardias Civiles que tuvimos en el pueblo, luego con el paso del tiempo, Somontín se convirtió en el municipio español con más guardias civiles de España por índice de habitantes, de lo que se hizo eco la «Revista El Ideal de Almería» en fecha de 5 de mayo de 1991.
Otro hecho que nos causó un gran impacto y nos llenó de miedo, fue la muerte de Don Gonzalo y de Joaquín Ruiz, que eran de Tíjola, una noche los milicianos los apresaron en sus casas y se los llevaron hasta las curvas de las higueras del Km. 6 de la carretera de Somontín, allí los bajaron del camión y a unos 20 metros de la carretera los acribillaron a balazos, dejándolos allí tirados, así estuvieron casi 2 meses, hasta que los familiares supieron donde estaban y vinieron a buscar los restos de sus cuerpos. Todo el que pasaba por la carretera durante ese tiempo podía contemplar los cuerpos de estas dos personas, cuyo único delito era el ser personas con un cierto nivel de riqueza.
Durante muchos años todos los somontineros que bajábamos jaboncillo a la estación de Purchena, al pasar por las higueras podíamos ver a pocos metros de la carretera una cruz que colocaron sus familiares en recuerdo de su memoria.
A “Pasamontes” no le quedó más remedio que ir al frente de Cataluña, donde al final calló prisionero, lo metieron en la cárcel y según dijeron, como tenía mucho miedo por todo lo que había hecho, intentó escaparse con otros 4 prisioneros más a través de las tuberías de las aguas sucias de Barcelona , uno de ellos era también del pueblo: Pepe Pallarés, que estaba casado con María Fernández, prima hermana de mi madre, no pudieron conseguir su objetivo, ya que murieron todos asfixiados por la emanación del gas metano de las alcantarillas.
Nota
Según una reclamación que me hace un descendiente de «Pasamontes» a través de la web de Somontín, me indica que no murió en Barcelona, si no en Almería en las mismas circunstancias, si es así no tengo ningún problema en rectificar esta puntualización, pero lo que corrió y se notificó en Somontín, fue la versión que yo he citado; ambas informaciones desgraciadamente no pueden por el momento ser contrastadas por la falta de documentos que den fe de ello y lo acrediten.
Relato de la huida de Ramón «Jabones» por su hijo Silvestre

Eran sobre las 03.00 h. de la madrugada, cuando a la puerta de nuestra casa comenzaron a llamar, sólo se oía una voz, todo estaba en silencio, al tercer toque en la puerta de nuestra casa mi padre reconoció a quien le llamaba, era Eduardo «el Molinero de Purchena», conocido de mi padre, la puerta de nuestra casa era de 2 hojas, abrió la parte de arriba y de pronto se encontró una pistola que le apuntaba al pecho y un montón de hombres que le encañonaban, diciéndole: entrégate ahora mismo o te matamos, se lo repitieron varias veces, él hacía como que no se lo creía y comenzó a decirles: tener cuidado, no gastéis estas bromas que se os puede escapar algún tiro, él sabía que venían a por él y en un momento de confusión, pegó un portazo y cerró el trozo de puerta que había abierto, en ese momento comenzaron a pegar tiros y la parte de la puerta que había cerrado la dejaron como un colador, no se aguantaba derecha, uno de los tiros le atravesó el brazo izquierdo, mi madre Amalia, estaba asustada arriba, al igual que nosotros, los 3 hermanos: Miguel, Antonio y yo, el gritó a mi madre que no bajara y comenzó a subir por las escaleras intentando que los tiros no le alcanzasen, le dijo a mi madre para tranquilizarla que no se preocupara que no tenía nada.

Como nuestra casa no tenía terraza ni azotea, saltó por una ventana al tejado de al lado, en un principio pensó en irse hacia los Álamos por el tejado de la casa de Juan «Nena», pero vio luces en los tejados de milicianos que ya se habían subido y lo estaban buscando y por este lado tenía el paso cerrado, así que decidió cambiar de dirección e irse por los tejados de todas las casas que encontró hasta llegar a la Casa Curato, del tejado saltó a la azotea y de esta se dejó caer al huerto, emprendió a correr dirección Urrácal y llegó a casa de su hermano Trinidad, éste le hizo una primera cura y se fue a buscar al practicante, pero vio que en la plaza del pueblo había bastante revuelo y ya lo estaban buscando allí también, así que decidieron que lo mejor era marcharse y esperar al día siguiente a ver si las cosas se calmaban y podían hacer una cura en condiciones.
Él se marchó corriendo hacia el Barranco Tupite y sintió que le seguían, se escondió detrás de un olivo y vio que eran dos hombres que también habían salido corriendo, huyendo de los milicianos como él, no dijo nada.
A la noche siguiente su hermano llevó al practicante del pueblo, D. José Mesas a donde habían quedado para que le curara bien la herida. A partir de este momento se despidieron y mi padre se unió en la Sierra del Chirivel al grupo de D. Emilio Muñoz, que era al que realmente estaban buscando los milicianos y creían que él les podía decir dónde encontrarlo. Como no lo localizaron, lo dieron por muerto y no lo buscaron más, pero antes se llevaron a mi madre Amalia presa, primero a la iglesia de Somontín y a los pocos días a la cárcel de Gachas Coloradas en Almería, mis hermanos y yo nos quedamos solos y menos mal que teníamos a mis abuelos que nos recogieron, mi madre estuvo 21 días en Almería; su cuñado Antonio buscó influencias e intentó que sus amistades republicanas fuesen benévolas hasta que al final se la trajo al pueblo.
Un día, una vez curado, D. Emilio Muñoz estaba muy preocupado porque en su cortijo de la Rambla de Purchena, tenía escondidos en la cueva de la cuadra un listado de contactos y personas relacionadas con él y sabía que si caían estos papeles en manos de los milicianos o republicanos sus vidas corrían peligro, así que le dijo a mi padre donde estaban exactamente y le pidió que buscase ayuda de su confianza y fuese a buscarlos, mi padre se dirigió al cortijo del «tío Antonio María» en las Alquerías y le dijo: me tiene que dejar a su hijo Diego para que me acompañe al cortijo de D. Emilio Muñoz a buscar una cosa; al llegar cerca del cortijo se escondieron detrás de unas retamas y le dijo a Diego: tú oigas lo que oigas, si después de 1 hora no vuelvo, te vas y le dices a tu padre lo que has oído; él sabía que dentro del cortijo había gente que estaba esperando a ver si algún día aparecía D. Emilio o alguien que les pudiese conducir hasta él, así que se plantó delante de la puerta y tocó varias veces, supuso que los que estaban dentro se prepararon para cuando entrase echarse sobre él o liquidarlo y entonces se dirigió por detrás a los corrales saltó la pared, fue a buscar los papeles, los cogió y salió corriendo a buscar a Diego, allí nadie se movió ni se sintió nada, supuso que los que estaban dentro estaban más asustados que él, ya que tampoco sabían lo que había afuera.
A los 14 meses de estar desaparecido, una noche se presentó en Urrácal en la casa de su hermano Trinidad y le dijo: vamos a Somontín a ver a mi mujer e hijos, tú tira 50 metros delante de mí que yo vengo detrás, a mi no me puede ver nadie, ya que me dan por muerto; al llegar al Barranco Macián se encontró mi tío con Juan Mangurrino, amigo suyo y de la familia, y le preguntó a donde iba, éste le dijo que a su casa a ver si sabía algo de su hermano, como era de confianza, se abrazaron y se fueron los 3 hacia el pueblo, eso sí, mi padre guardando las distancias por si acaso, llegó a casa y estuvo un rato con nosotros, no llegó ni siquiera a cenar, ya que en nuestra casa ese día no había nada que llevarse a la boca, mi padre se marchó antes del amanecer y no lo volvimos a ver hasta que acabó la guerra.
Mi madre, durante el tiempo que duró la guerra, le dio la tierra que teníamos a Antonio Mollina para que se la llevara, ya que ella con 3 críos no podía hacer nada, recuerdo que sembró casi todo de cebada y como era lo único que teníamos, mi madre puso unas cuantas gallinas y comenzó a criar pollos, para entre los huevos y los pollos intentar subsistir; Ramón Bermúdez se enteró y un día vino a casa y le dijo a mi madre: me he enterado que tiene un «pollicos» que me gustan mucho y un día de estos me los vas a tener que dar, a lo que mi madre le contestó: sí hombre, no tengo yo a otra persona mejor que tu a quien darle los pollos.
Durante el tiempo que duró la guerra mi familia no sufrió más que amenazas y coacciones por parte de los que en aquellos días mal gobernaban en el pueblo.
También recuerdo que mi abuela María Padilla Guevara, que nosotros llamábamos la «madre vieja», se llevó de la iglesia de Purchena, antes de que quemaran los santos, a la Virgen del Carmen liada en un chal y la metió en la sartenera o «basares» de al lado de la chimenea, la tapó y la tuvo allí hasta que acabó la guerra y el párroco de Purchena al acabar la guerra la nombró «persona custodia de la virgen de por vida».
Aclaraciones y ampliación de la información de Manuel Acosta Acosta

El «tío Pedro Ventura», Sargento de la Guardia Civil, retirado en 1911, se vino a residir al pueblo de Somontín, que era y fue el de su naturaleza hasta su muerte en 1938 a la edad de 82 años, estaba casado con Carlota Cañabate Acosta de la familia “Los Ignacios”, que eran los Cañabates del pueblo y tenía tres hermanos: Amador, Anselmo y Manuel y dos hermanas María y Dolores, denominados todos ellos los “Pepas”.
El «tío Pedro Ventura» tenía varios hermanos y hermanas, llamados: Alberto Acosta Oliver que se casó con Belén Oliver Brocal, y tuvieron varios hijos, José Acosta Oliver (Pepe Belén), Alberto Acosta Oliver, Trinidad Acosta Oliver, varios de ellos citados ya en este texto, como María y Adela, casadas con Juan Castellón Brocal y Baldomero Oliver Navarro.
También el «tío Pedro Ventura» tenía un hermano llamado Juan José, que un día estando terminando la siega en el bancal del «Latero», por los años 1870-1875, tiró la hoz y se marchó voluntario al ejército que estaba en Cuba, manifestando que no volvería más al pueblo al trabajo agrícola, y efectivamente así fue, este señor alcanzó el grado de Teniente Coronel de Infantería, llegó a mandar la Caja de Reclutas de Baza, que a principios del siglo XX, estaba enmarcada dentro de la jurisdicción militar; contrajo matrimonio en primeras nupcias con Mª. Gracia Galera Mesas, de cuyo matrimonio no tuvo descendencia, contrayendo segundas nupcias en Granada, con una señora de apellido Medina, teniendo de ese matrimonio tres hijos, dos varones y una hembra, llamados Pablo, José y Consuelo Acosta Medina, todos ellos titulados en farmacia, periodismo u otros títulos relevantes y teniendo un importante nivel socio-económico en la sociedad granadina.
El «tío Pedro Ventura» al retirarse en el año 1911, fijó su residencia en Somontín, en calle de Medio donde residió hasta su muerte, en la calle del Aire en la que se hace referencia en otro lugar de este texto, fue habitada por su hijo Antonio Manuel, que estaba casado con Adela la “Foguera” y cuando fue retirado por la Ley de Hazaña en 1933, con el grado de Teniente de Infantería y se vino a residir a Somontín, se le otorgó el cargo o puesto de Juez de Paz, que por disposiciones dictadas por el poder Republicano, se daba a los militares retirados por considerarlos con mayor capacidad para ocupar estos puestos.
Los demás hijos: José Acosta Cañabate y Modesto eran oficiales uno de la Mehala y otro de la Guardia Civil, este último en el puesto de Albox, mandando la Línea de dichas fuerzas en el Alto Almanzora, concretamente el Partido Judicial de Purchena y parte del de Huércal Overa, fue enviado a Almería, junto con el capitán de Cuevas, al principio de la Guerra, allí los condenaron a muerte, fusilándolos en los pozos de Tabernas y echándolos a los pozos y quemándolos con cal viva, ese fue el final indigno de dos seres humanos con relieve y categoría militar.
De esto no llegó a enterarse el «tío Pedro Ventura» que falleció en 1938, dos años después, los republicanos sometieron al anciano a reclusión o cárcel en la iglesia del pueblo de Somontín, que ejercida como tal.
Transcurrida la guerra, se incorporó nuevamente al ejército Antonio Manuel, alcanzando el grado de Coronel Honorario de Infantería a su retiro; su hermano mayor José, llegó al grado de Teniente Coronel y dos de sus hijos Pedro y Carlos alcanzaron los de Coronel y General respectivamente.
Además del «tío Pedro Ventura», por el mismo tiempo ingresó en la Guardia Civil, Gervasio Cañabate Azor, denominado “El Civil” por este motivo y que también fue un personaje de relieve tanto él como su descendencia en este pueblo al final del siglo XIX y principios del XX, hasta su fallecimiento.
Fotografías y reseñas biográficas de gente de Somontín de la época relacionados con estos relatos




(Colección: Manuel Acosta Acosta)

(Colección: Manuel Acosta Acosta)



20-05-1949. (Colección: Manuel Acosta Acosta)

Benetusser (Valencia). (Colección: Manuel Acosta Acosta)