Autor: Baldomero Oliver Navarro, “el Rulo”
En nuestro pueblo por aquellos días: antes de la guerra y después de la misma, en un espacio de tiempo no muy largo hubo una serie de sucesos lamentables, que convulsionaron a todos sus habitantes.
El primero que relataré, es uno que afectó directamente a la familia de mi mujer, eran el principio de los años 30 del siglo pasado, al hijo mayor de mis suegros: Manuel le tocó ir a filas a Almería, allí se pasó 7 años de mili y antes de acabarla tuvo que casarse, y se estableció en la capital, fruto de este matrimonio fue su primer hijo, como por aquellos tiempos la vida era muy dura en todos lados, y por lo menos en el pueblo no nos faltaba algo de comer, durante un par de veranos mandaron al niño al pueblo para que pasara el verano con sus abuelos en el cortijo de la Rambla.
En la segunda ocasión que vino tuvo la mala fortuna que estando jugando en la placeta de la entrada al cortijo con mi mujer, que era tía suya, pero casi de la misma edad, y un poco más allá su otro tío Pepe, ya más mayor y que era somatén, se encontraba limpiando su revólver, con la mala fortuna que al manipularlo se le disparó, atravesando de lleno el pecho del niño que quedó muerto al instante.
Mis suegros y sus padres lo pasaron muy mal, y su tío Pepe aun peor, al final se pudo demostrar que fue un lamentable accidente.
Después de la guerra a Somontín se le asignó un guarda forestal: Pepe Belerda, que venía de Bacares y se le dio como casa la que más tarde fue de Torcuato, que está en el Callejón del Porche, este pobre hombre tuvo la mala fortuna un día, que estaba haciendo un recorrido por los campos del pueblo, se acercó al cortijo de la Rambla de mis suegros a la hora de comer y antes de llegar a la vivienda, al lado del camino había un montón de cañas y para no llevar consigo su arma reglamentaria, una tercerola o fusil, a fin de evitar que algún niño o alguien manipulase indebidamente el arma, decidió esconderla en el montón de cañas en posición vertical, se acercó al cortijo y estuvo allí un par de horas, cuando decidió marcharse se acercó al lugar donde tenía el arma, la agarró por el cañón y tiró de ella, con tan mala fortuna que el gatillo se enganchó entre la cañas y se le disparó el arma, atravesándole el pecho de abajo hacia arriba.
Como consecuencia del impacto de estos dos hechos casi consecutivos, mi suegra Soledad enfermó y no pudo recuperarse nunca, fueron dos muertes de gente muy próxima y en plenitud de vida.
Corrían los años treinta, antes de la guerra y a Somontín destinaron como cartero a Torcuato, que venía de Vertientes y tenía 5 hijos, lo ubicaron en la casa de Alberto Belén, el hombre y su familia no tenía otro medio de vida que la pobre paga que tenía de cartero, no tenían tierras ni nada que les pudiese aliviar el hambre, viéndose en la más extrema necesidad, para poder salir adelante comenzó a retrasar pagos del dinero que enviaban los inmigrantes de Somontín, especialmente los que estaban en América y mandaban a sus familias, al final fue descubierto y ante el miedo y la vergüenza decidió poner fin a su vida arrojándose al tren en la Estación de Purchena.
Un suceso que conmocionó los días de la vida tranquila que en Somontín se respiraba al final de los años cincuenta; hacía mucho tiempo atrás, a nuestro pueblo llegó un chico apuesto, fuerte y con ganas de trabajar, todos lo conocíamos como Alonso, él era natural de Zurgena, desde donde salió para buscar trabajo por todos los pueblos de la comarca, pasó por Albox, Fines, Cantoria, Olula, Purchena, Tíjola, Lúcar, hasta que llega a Somontín y encuentra trabajo en el cortijo de Pedro Castellón, ya que éste tenía mucha tierra y trabajo y poca gente que le ayudara en la familia, tenía dos hijos que aun eran pequeños, y el mayor Trinidad estaba estudiando para maestro, así que lo cogió como mozo y se pasó unos años trabajando allí, hasta que entró en quintas y tuvo que irse al servicio militar, hizo su mili y regresó otra vez al pueblo, donde el tío Pedro Castellón lo volvió a coger como mozo en su cortijo, pasa el tiempo y Alonso se hizo novio de una hija del “tío Mollina” y se casa, poco después le sale un nuevo trabajo con la recogida del esparto, Gervasio “el Civil”, lo contrata como vigilante y pesador de esparto, le ofrece ganar bastante más que con el “tío Pedro Castellón”, y él no se lo pensó.
Como disponía de algo de dinero, cosa que no había tenido nunca, se le abren nuevas puertas en la vida y al ser bien parecido, no lo tenía difícil con las mujeres, una de ellas, que estaba casada con el “Arán” y tenía 2 hijos y a la vez mantenía otra relación con otro amante: Antonio “Leocadia”, al comenzar el nuevo romance con Alonso, comenzó a dejar de lado a su antiguo amante, éste celoso, una noche decide ponerse al acecho en el cortijo del padre de la amante, cerca de la puerta había un albercoquero, se sube en él y espera a ver qué pasa, al rato llegó Alonso, entra y cierran la puerta y de esta manera confirmó lo que él ya sospechaba, a partir de este momento comenzaron los celos y envidias, ya que pasaba más tiempo con su nuevo amante que con él, lo curioso del caso es que todos estaban casados y con hijos.
Un día el padre de la mujer, el “tío Negrito”, fue alertado del lío a tres que tenía su hija: casada y con 2 amantes, se puso a observar a ver si podía confirmar los rumores que corrían por el pueblo, así que un día entró de improviso en su cortijo y pilló en la cama a su hija y a Alonso, ellos salieron como pudieron cada uno por su lado, el padre tomó el peor de los caminos, abrumado cogió un ramal de esparto y se ahorcó en un olivo.
Tras la muerte de su padre y el escándalo que había armado, ella cogió a sus hijos y emigró a Cataluña.
Con la desaparición de la mujer, los dos amantes siguieron haciendo sus vidas lo más normal posible, pero con los celos encendidos por parte de uno contra el otro, hasta que llegaron los días de Semana Santa y en aquel tiempo todo el mundo asistía a la Vela del Señor, al finalizar la misma y salir de la iglesia, se juntaron para despedirse allí esa noche en la Plaza del Mercado en la esquina de la casa del “Hombrebien”: Serafín Cañete, Luis Cocón y Alonso, en este momento Antonio “Leocadia” venía de la calle Las Parras de casa de su cuñado, el “tío Pedro el Chico”, al ver a su rival de amores allí, se enfureció, se lleno de rabia y celos, se subió a su casa sin mediar palabra, cogió una pistola del 9 largo que tenía y bajó en busca del que consideraba culpable de la pérdida y alejamiento de su amante, llegó al lugar donde los había dejado, vio que ya no estaban allí y siguió su búsqueda, a la altura de la puerta de la casa de Rosa Guerrero en dirección a la Plaza El Santo, divisó a Luis Cocón hablando con Alonso en la esquina del callejón que da entrada a los corrales de la casa de Juan Echeverrías y del “Ronquillo”, se dirigió hacia ellos pistola en mano y sin mediar palabra, le pegó un tiro a Alonso que le atravesó el corazón que lo dejó muerto al instante.
Antonio regresa a su casa se despide de su familia y va a casa de su cuñado Pedro “el Chico” y le cuenta lo que acaba de hacer, éste le dice: “Vamos inmediatamente a Purchena, tienes que entregarte a la Guardia Civil”, llegaron al cuartel, entregaron la pistola y dieron cuenta de lo que había pasado; al otro día lo trasladaron a Almería, lo juzgaron después y le cayeron 16 años de cárcel, como en prisión realizó trabajos que le ayudaron a rebajar la pena, cumplió 8 años en total, al salir se fue a Murcia donde estaba su familia.
Al final también tuvo mala suerte, pasó el tiempo y tenía un hijo ya con 26 años muy aficionado al futbol, un día fueron a ver un partido entre el Murcia y el Real Madrid, de regreso a casa pincharon una rueda de su coche y se pusieron a cambiarla en el arcén de la carretera, con tan mala fortuna que se les echó encima un camión, matándolos a los dos.