En cada partido nos encontrábamos con seis jugadores en el terreno de juego, que formaban parte de dos equipos y los partidos se dirimían al mejor de 3 tandas o juegos, el equipo que primero consiguiese ganar 2 juegos, había ganado el partido; cada juego tenía 12 puntos y para adjudicárselo había que ganarlo por al menos una diferencia de dos tantos, en caso de tener un punto de diferencia a favor de un equipo u otro, había que seguir jugando puntos, hasta que uno de los dos equipos conseguía dos tantos más que el adversario.
Para controlar el juego y dirimir las posibles diferencias e interpretaciones dudosas se disponía de la figura del árbitro, que era de suma importancia y que otorgaba el tanto a un equipo o a otro, según su manera de interpretar, y a veces se contaba con la colaboración del apuntador o ayudante del árbitro, que se encargaba de llevar el marcador de los partidos, anotando en un papel, o haciendo rayas en la tierra del propio suelo del juego pelota, los tantos de cada equipo, según decidía el árbitro.
En Somontín también se admitían otro tipo de partidos con tal de jugar a las mecas, a veces eran individuales, en este caso se realizaba una línea en el suelo, trazada con el propio pie de uno de los contendientes, que delimitaba hasta donde era válida la zona del bote de la pelota, en este caso se utilizaba la parte izquierda del juego pelota, al igual que en el país Vasco, o según el número de jugadores se podían concertar partidas de parejas, tríos, o más componentes, con tal de que jugasen y se divirtiesen un rato todos los que lo deseaban, pero la más peculiar de las partidas estaba compuesta por 3 jugadores en cada equipo y era apasionante verlos jugar, sobre todo los encuentros que se concertaban los domingos al salir de misa, o los domingos por la tarde, en que se elegían los componentes y éstos se retaban a tener un duelo deportivo en toda la regla.