Los Caños

Bajando por la Calle del Pilar llegamos a los Caños, una pequeña plaza con tres impresionantes castaños bordes o plataneras como le llaman en otros lugares, que dan sombra a la Fuente de San Sebastián.

Podemos refrescarnos en ella con el agua que, a pie llano, procede de las entrañas de la sierra y que con una temperatura constante mana permanentemente, aunque cada vez con menos caudal. Si la visitamos en diferentes épocas, metiendo la mano, podemos observar el curioso efecto que en los días más calurosos de verano verano el agua estará fría y en los crudos días de invierno el agua estará caliente.

Esta fuente fue el resultado de la unión de las tres fuentes que existían en Somontín a finales del siglo XIX.

El agua de esta fuente está regulada en tandas de 15 días. Cada día de tanda se inicia a las 6 de la tarde, y es de propiedad privada. La propiedad privada del agua corresponde a los sobrantes que quedan tras el abastecimiento del pueblo. Dicho abastecimiento no está limitado en su cantidad, pero si en su forma, ya que ha de ser manual. En un principio, el agua se llenaba en cántaros que se llevaban a las casa a mano o en las aguaderas de una burra. Después, con la aparición de coches y tractores hubo cierto debate de si estos podían usarse para llevarse agua de la fuente, debate que se superó rápidamente aceptando estos medios de transporte. Lo que no puede usarse es una bomba para extraer agua de la fuente para uso particular, si no te pertenece la hora de la tanda.

En esta plaza, donde se encuentra la fuente se han ubicado dos lavaderos municipales:

  • El más antiguo, se encontraba a la derecha, situados mirando hacia la fuente. Por el mismo recorrido que tiene ahora la acequia, en la zona en la que está cubierta bajo la sombra de los árboles, allí la antigua acequia se ensanchaba con losas a un lado a otro, donde había que lavar la ropa de rodillas, siempre las mujeres. El espacio de ese antiguo lavadero lo ocupó durante años la terraza del Bar de Joaquina, con sus inolvidables tapas.
  • Debió de ser a mediados del siglo XX cuando se construyó el segundo lavadero, situado esta vez enfrente de la fuente, exactamente en la ubicación de la casa de la familia Portaz, la panadería. La acequia se desviaba a la derecha para hacer entrar y salir el agua en el lavadero. Este tenía una estructura muy similar al lavadero actual, con losas a un lado y a otro de una acequia ancha por donde circulaba lentamente el agua limpia y con dos conducciones por debajo de las losas que sacaban el agua con el jabón y la suciedad de la ropa.

Para ver el lavadero actual, que se construyó a mediados de los 70 del siglo XX, sólo hay que caminar unos 100 metros desde la fuente, siguiendo la acequia del lado izquierdo, mirando desde la fuente. Pon una estrecha callezuela, que discurre por encima de la acequia entre la casa y el huerto del Papa Lis, después de su hija Marina y Manuel Acosta, nos encontramos con el lavadero, ahora prácticamente en desuso, pero un lugar que hay que visitar.

En paralelo con los anteriores lavaderos había otro en las Peñicas, que contaba sólo con unas pocas losas añadidas a la acequia y que se utilizaba los días en que el agua regaba la parte oeste de la vega de Somontín, los días de «corte», en los que el agua no discurría por los lavaderos mencionados con anterioridad.

De vuelta a los Caños, siguiendo la Avenida de Juan Carlos I, nos encontramos a la derecha las Escuelas, construidas en la década de los 50 del siglo XX. Desgraciadamente han ido perdiendo los elementos que las caracterizaban y que formaban parte de su construcción inicial inspirada en la estructura de un cortijo andaluz. Han desaparecido el emporchado de la zona superior y, más recientemente, su barandilla blanca con sus maceteros en forma de copa en cada columna.

En frente de las escuelas se encontraban las casas de los maestros, que debieron de construirse por la misma época de las escuelas, excepto la última que se construyó en la década de los 70. A ellas se accedía por una estrecha calle desde unos metros más abajo del colegio, a mano izquierda.

A continuación de las escuelas se encuentra la Casa del Médico, edificio sin uso hace años, pero que fue la vivienda del médico del pueblo y la consulta pública. Conserva aún el vítor o víctor, usado durante toda la dictadura franquista, como emblema propio de Francisco Franco.

Después de la Casa del Médico, bajando a la izquierda, se encuentran las Ánimas Benditas, pequeña capilla con un retablo que recuerda el Purgatorio donde las almas en pena han de pasar sus días antes de ver perdonados sus pecados y poder acceder al Cielo. Muchas personas se santiguan al pasar por este punto, como muestra de respeto.

Y de esta forma se llega a la entrada principal del pueblo, donde iniciamos esta visita.