La pelota

La pelota estaba hecha artesanalmente por los propios jugadores, que antes de comenzar sacaban varias pelotas, para probar con cual de ellas se iba a jugar, éstas eran verdaderas obras de artesanía, su tamaño era un poco más pequeño que el de las actuales pelotas que se emplean para jugar al tenis.

Pelota realizada a mano por Joaquín «el Chimeneas». (Foto del Autor)

La confección de una buena pelota, que se apreciara para jugar como tocaba en Somontín, se realizaba de la siguiente manera: lo primero que se buscaba era una piedra redondeada del tamaño de una cereza, que servía de eje y que le daba peso y estabilidad a la pelota, a esta piedra se le daban varias pasadas de tiras de goma entrelazadas en sí mismas, procurando darle una ligera tirantez para que la propia goma quedase bien apretada y sujetada, las capas de tira que se les daba a cada pelota podía variar según fuese el grosor de la tira de goma, luego se cubría la goma con unas pasadas de tiras de tela o lana, éstas se cubrían con otras pasadas de goma, se volvía a dar varias vueltas más tela o lana, y al final se rodeaba todo de tiras de cuero y se cosía con hilo fuerte y una aguja alpargatera, si se tenía, y si no, con una normal.

La pelota era totalmente compacta y se intentaba que fuese lo más redonda posible, para quitarle dureza se le daba la última pasada de tela o lana antes de cerrarla con el cuero, con lo que se conseguía además evitar que ésta fuese muy viva y corriera demasiado al impactar en la pared frontal o al botar en el suelo, por regla general el bote, tras su caída de la pared no pasaba de la altura del pecho de los jugadores y si la caída era desde la parte baja del frontón, normalmente tenía un bote suave y lo suficientemente alto, como para que el jugador la pudiese golpear y levantar el juego o marcarse el tanto.

Las gomas para hacer las pelotas, normalmente eran de cámara de bicicleta cuando había, y si no, servía cualquier goma, con tal de que la pelota botase, en algunas ocasiones se aprovechaban los neumáticos viejos o rotos del Chevrolet del “tío Fernando Mollina”, que los regalaba para que los jóvenes pudieran hacerse las pelotas para jugar y éstos, claro está, se volvían locos de alegría, porque con este material ya tenían para confeccionarse un buen número de pelotas, y ya os podéis imaginar de qué manera se las arreglaban, para hacer tiras finas de goma que se pudiesen liar entre sí, porque había que cortar el neumático en tiras finas y éstas laminarlas para que se pudieran manejar.