
La revolución industrial que tiene sus orígenes en el mundo moderno, hará ahora unos 200 años aproximadamente, hace que el ser humano comience a estudiar, investigar, inventar todo tipo de ingenios mecánicos, instrumentos y combinaciones de materiales, para conseguir que éstos le faciliten mejores formas de vida y que se descubran nuevas fuentes de riqueza para los pueblos, zonas, comarcas, regiones y países.
Esta lucha por la investigación y por el progreso, está favorecida por la aplicación de nuevas técnicas y por el aprovechamiento de materiales que faciliten otros productos, que sirvan para comercializarse y a su vez enriquezcan a los promotores y productores.
Uno de estos materiales comienza a tener una demanda muy importante en el mercado comercial con la nueva situación mundial y hay que ir a sus fuentes de nacimiento en busca de su extracción, se trata del Silicato de Magnesio, más sencillamente: polvos de talco o para nosotros los somontineros: JABONCILLO.

El Silicato de Magnesio o Polvos de Talco, consiste en un preparado mineral de textura muy fina, suave al tacto, que se presenta en masas de láminas blancas, del grosor y textura al de las hojas de una flor, muy fáciles de reducir en polvo finísimo, se encuentra principalmente en rocas eruptivas y metamórficas.
El talco debido a su escasa dureza, sirvió de base para comenzar la escala de minerales, que empiezan por el talco y acaban en el diamante, así pues es el primero en este orden mineral.
A lo largo de los siglos, se ha venido utilizando para muchísimos usos, en un principio se utilizó para esculpir y moldear esculturas y más tarde se le han encontrado nuevas aplicaciones, como es el satinado de papel, la fabricación de pinturas, insecticidas en polvo, el lubricado en seco en la industria textil y sobre todo se ha usado en la confección de perfumes y derivados.
El talco molido tiene la propiedad de absorber la humedad, aislar y dejar la piel seca y muy suave, de ahí que se haya empleado tradicionalmente para secar el culito de los bebes. Así pues, hemos encontrado la razón comercial e industrial de la explotación de este producto, la demanda social a la cual se destina, para que tenga sentido su extracción.
La Sierra de Somontín nos ha dado abundante y generosamente un producto: el talco o jaboncillo, ese oro blanco que hubo que extraer de las entrañas de la tierra, a base de pico y espuerta, teniéndonos que arrastrar a través de larguísimas y estrechas galerías, pasando por un montón de trancas y escalones, o de bajar y subir miles de veces a los profundos pozos, cavados a base de muchos sudores, amarrados a las cuerdas que se enrollaban en los tornos; este trabajo para la economía del pueblo ha sido esencial a lo largo de los más 100 años que ha durado su explotación.

En nuestra sierra se daban especial y abundantemente 2 tipos de talco: el blanco puro, que se presentaba en bloques y cantos, era el más apreciado y el reunía una excelente calidad, y era empleado para la confección de los productos más refinados y el moreno, que tenía un color grisáceo, debido especialmente a las filtraciones de agua que arrastraban sedimentos arenosos procedentes de la composición rocosa de las montañas de la sierra, dándole ese color turbio y oscuro, éste era de inferior calidad y se empleaba en la composición de materiales más bastos, como por ejemplo para hacer jabón, por supuesto su precio también era bastante inferior.
