Autor: José Navío Pérez. Fecha de publicación: 26/05/2006
Contenido
Introducción
Todos sabemos que esta página esta dedicada en cuerpo y alma a nuestro querido pueblo de Somontín, y no seré yo quién quiera desvirtuar dicha dedicación, muy al contrario, con esto solo pretendo que, conociendo un poco más nuestra tierra, queramos un poco más, si se puede, nuestro pueblo.
Ya se que podéis encontrar en cualquier página dedicada a Almería mucha y más completa información de la que yo voy a daros en estas líneas, pero si con ella, alguien de fuera o algún almeriense, conoce algo mas de ella, me daré por satisfecho.
Características físicas de Almería
Con una población global de 512.800 habitantes, Almería está situada en el sureste de la Península Ibérica. En la provincia se ubican 102 municipios siendo el censo de la capital de 169.027 habitantes y tiene una extensión de 8.774 kilómetros cuadrados y 219 kilómetros de costa.
Es una de las provincias más montañosas de España, destacando las sierras de Gádor, Los Filabres, Alhmilla, Cabrera y las Estancias, siendo su mayor altitud el pico del Chullo con 2.609 metros y Almirez con 2.519 metros. En cuanto a los accidentes hidrográficos, la surcan varios ríos, siendo los más importantes aunque carentes de caudal, el Andarax que desemboca en la capital y el Almanzora que desemboca en Villaricos.
Almería dispone de tres Parques Naturales: Cabo de Gata-Nijar, Sierra María-Los Vélez y Sierra Nevada.
Prehistoria
Por situación estratégica en el sureste de la Península Ibérica, Almería ha sido lugar de paso y asentamiento de numerosas civilizaciones. Desconocemos como se llamaban, pero sabemos como vivían y donde, gracias a los estudios realizados de los yacimientos encontrados.
Uno de los yacimientos mas antiguos, data del Neolítico, es el encontrado en la Comarca de los Vélez, del que se conservan importantes muestras de arte rupestre, declarado Patrimonio de la Humanidad. Especial interés tiene la Cueva de los Letreros (Vélez Blanco), donde se encontró una representación del famoso Indalo, figura antropomórfica convertida en símbolo de Almería. Aunque muchos románticos lo quisieron ver como un hombre sosteniendo un arco iris, no es más que un arquero buscando su presa en el cielo.
De la Edad del Cobre o Calcolítico (3.000 a 2.150 a.C.) data la Cultura de los Millares. Yacimientos excavados por los investigadores belgas Enrique y Luis Siret, y que se encuentran en el término municipal de Santa Fe de Mondujar, situados estratégicamente en un espolón de roca entre el río Andarax y la rambla de Huechar.
Se trataba de un poblado de mas de mil habitantes protegido por tres líneas de murallas y torreones. Vivian de la metalurgia, la agricultura, ganadería y de la caza. Construyen grandes necrópolis y exportan sus productos a gran parte de la Península.
Al igual que la Cultura de los Miralles, los hermanos Siret, también hallaron los yacimientos de la Cultura de El Argar, fechada en la Edad del Bronce entre los años 1700 a 1.400 a.C. y que se encuentra situada en el bajo Almanzora. Desarrollan un modelo alfarero característico, el vaso campaniforme. Sus necrópolis evolucionan con respecto a la Cultura de los Millares, a la vez que diversifican la producción agrícola y ganadera.
Fenicios, romanos y visigodos
Desde el siglo VIII a.C. ocupan nuestras costas, civilizaciones del todo el Mediterráneo, prueba de ello son las colonias de Baria (Villaricos) y Abdera (Adra) fundadas por los fenicios. Estas poblaciones fueron importantes centros comerciales y pesqueros que mantenían contacto con navegantes griegos, convirtiéndose en cartagineses cuando la civilización púnica se extendió por el sureste peninsular, hasta que a finales de siglo III a.C. Almería cayó en poder de los romanos.
Los romanos llamaron a Almería Portus Magnus, mencionándola Plinio en su obra, no en vano se convirtió en uno de los puertos más importantes del Sur de Hispania. En Adra y Almería se conservan restos de fábricas de salazones, prueba de un floreciente comercio basado en la producción del garum, salsa a base de pescado y hierbas aromáticas considerada una exquisitez de la época. También se explotaron las canteras de Macael y se fomentó la minería.
Tras la dominación romana, Almería fue ocupada por vándalos y bizantinos, siendo en el año 621 cuando Suintila expulsa a las fuerzas de Bizancio y la integra definitivamente al reino visigodo.
La ocupación musulmana
Y duró hasta que, en el año 713 cae el Sureste peninsular bajo el dominio Musulmán.
En la ocupación participaron un número reducido de árabes y beréberes que trajeron consigo la organización sociofamiliar. En los valles de la Alpujarra y en los Filabres se instalaron familias de la península Arábica, mientras que en el río de Almería se instalaron los yemenís.
A lo largo de la etapa de anarquía precalifal, Almería como todo el territorio islámico, se vio envuelta en un torbellino de razas y culturas que se mezclaron, combinaron y hasta combatieron entre si. Durante los siglos VIII y IX, hay pocas noticias sobre nuestras tierras, salvo alguna referencia de la zona nororiental (Los Velez).
El periodo Musulmán se divide en dos etapas separadas por un breve, pero decisivo, periodo de ocupación cristiana. Una ascendente y otra en clara regresión. La primera va desde la fundación oficial de la ciudad de Almería en el año 995 hasta 1147, y la segunda desde 1157 a 1489.
En los antecedentes de la primera etapa se crea un asentamiento en los aledaños de la desembocadura del río Andarax, que en aquella época tenía su boca a la altura de lo que hoy es La Juaida ( sur de Viator). Se trataba de Bayyana, la actual Pechina. Su estratégica posición le permitió convertirse en un próspero centro de comercio que dio origen a la que se dominó República Marítima de Pechina.
Pero no solamente el bajo Andarax prosperó en lo material sino que se convirtió en cuna del más importante sufismo (Doctrina Mística del Islán) ibérico. Por aquí pasaron los últimos discípulos del sufí cordobés. Demasiadas veces pasa desapercibida la importancia del movimiento sufí en Almería, que tanta importancia tuvo no sólo por su propia profundidad, sino por haber aportado muchas de las claves del misticismo cristiano posterior de, entre otros, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Origen y evolución de la ciudad de Almería
El origen último de Almería capital está en Pechina, pues poco después de su fundación, se creó un asentamiento costero y una atalaya, dependientes de aquella, que recibieron el nombre de Al Mariyya Bayyana. Se ha escrito mucho sobre el origen del nombre de la ciudad y provincia. Los más idealistas pensaban que quería decir en árabe «Espejo del Mar» pero es mucho más probable que provenga de la palabra «al miraya», «torre vigía».
En el año 929 Abderramán III asume el título de Califa de Al-Andalus. Su primera medida es acabar con los desórdenes y hacer efectiva la autoridad estatal. El soberano reunía en su persona todas las funciones y prerrogativas, aunque solía delegar en una jerarquía de visires. El sur de Al-Andalus estaba dividido en coras o provincias, Bayyana pasa a ser cabeza de cora, pero la política de Abderramán frente a los fatimies ascenderá a ciudad la Chanca (hasta entonces barrio de Bayyana), que pronto arrebatará la capitalidad a la cora; nace lo que hoy es la ciudad de Almería, año 955.
No tardó el Califa en elevar la ciudad a la categoría de madina, o ciudad capital, dotándola de los servicios administrativos necesarios y fortificándola con la construcción de la mayor fortaleza árabe en España, la Alcazaba. A partir de entonces fue conocida sólo como Al Mariyya.
La desintegración del Califato de Córdoba en el siglo XI da lugar a los reinos de taifas, entre ellos el de Almería, que tendrá su primer rey en Hayran.
Almería ya es mucho más importante que Bayyana y se convierte en una ciudad de nueva planta califal, dotada de una mezquita mayor (la actual iglesia de San Juan) y un activo puerto, que con los años se convertiría en el más importante de todo AL-Andalus. Este siglo constituye el primer cenit histórico de Almería. Era entonces una ciudad amurallada, con un trazado urbanístico árabe clásico y tres barrios bien diferenciados, el Al Hawad (Aljibe), la Musalla y la Medina.
Desarrollo económico y cultural
Se inicia una etapa de prosperidad económica, con especial desarrollo de tres sectores: la industria, el comercio y la agricultura.
La industria se basaba en dos productos: el mármol y las telas de lujo.
Para el comercio lo más importante era su puerto; Almería mantenía relaciones con los demás puertos andalusíes, con el Magreb y con el Oriente mediterráneo, y por él se exportaban la seda, el aceite y la uva.
En el campo de la agricultura, los árabes demostraron ser maestros en estas tierras tampoco fértiles; desarrollaron nuevos sistemas de regadío y aclimataron nuevos cultivos como la caña de azúcar, arroz, algodón, azafrán y numerosos árboles frutales.
Durante la segunda mitad del siglo XI reinó Al Mutasim bilá (1052 -1091), el rey poeta. Fue el monarca más conocido de la historia almeriense y enriqueció la corte con literatos y científicos.
Conquistas y reconquistas
La taifa almeriense terminó con la invasión almorávide, pero la ciudad continuó siendo un auténtico emporio comercial muy codiciado por los cristianos. Es entonces cuando Alfonso VII, el Batallador, con la ayuda de la flota genovesa apoyada por el papa Eugenio III, catalanes, francos y pisanos, decide tomar la ciudad; los ejércitos se hicieron con ella, el 17 de octubre de 1147. La ocupación duró diez años y las consecuencias fueron desastrosas. Huyó gran parte de la población a regiones vecinas y se truncó el desarrollo de la capital y su territorio. Su emporio comercial jamás se recuperó.
Almería es reconquistada por el Islam en el 1157 produciéndose la refundación de la ciudad que había sido semidestruida, con la rehabilitación de las antiguas áreas públicas y la reutilización del puesto.
En el siglo XIII, pasa a formar parte del reino nazarí de Granada, siendo gobernador Abbu-i-Abbas, quien intentó reconstruir la ciudad sin demasiado éxito. Fue en parte responsable de ello una gran sequía que comenzó en el año 1227 y que desestabilizó gravemente la agricultura y el comercio de toda la región.
Hacia el 1381 Almería sufrió una segunda cruzada por Jaime I, y en lo que resta de siglo el reino de Granada se ve sometido a una constante amenaza por el reino de Castilla.
En la frontera murciana las incursiones se intensifican y la familia Fajardo se apodera de las fortalezas del Almanzora. En el reino Nazarí se crean dos bandos, por un lado Boabdil, y por otro Muley Hacen y su hermano Ibn Sad, apoyados por ibn Salim de Almería. Los Reyes Católicos protegen al primer bando, más débil, para facilitar su conquista.
En 1488 capitula Vera, al poco tiempo el valle del Almanzora y en 1489 entran en Almería, cambiando su nombre de Almariyya por el actual.
De mudéjares a moriscos, hasta su expulsión
En principio los moradores conservaron sus bienes, pero a raíz de las revueltas de año 1490, se modificaron los términos de las capitulaciones, al tiempo que se facilitó la llegada de nuevos pobladores. Cristianos y mudéjares coexistieron a duras penas hasta las rebeliones de 1500-1501.
Sofocadas estas revueltas, los mudéjares fueron obligados a convertirse al cristianismo o marcharse. A los que se quedaron se les llamó cristianos nuevos o moriscos y, aunque de puertas para afuera aparentaran estar convertidos, lo cierto es que seguían practicado su religión y modificaron poco sus costumbres.
El morisco continuó siendo un agricultor que trabajaba un policultivo en una pequeña explotación y que obtenía elevados rendimientos. El dominio de las técnicas de regadío les permitían cultivar cereales, vid y hortalizas en campos jalonados por árboles frutales, olivos, morales y moreras. La dimensión de las parcelas en las zonas de regadío tan solo permitían la obtención de lo necesario para el autoconsumo familiar, con excepción de la seda, el aceite y los cereales que se destinaban al comercio.
Hasta el 1568, la población morisca era mayoritaria. En Almería había unas 55.000 personas de las cuales 50.000 eran moriscos. Tan solo hubo comunidades mixtas en Almería, Fiñana, Nijar, Purchena y Velez-Blanco, siendo mayoritarios los cristianos viejos en Vera y Mojácar.
El siglo XVI es el siglo del retroceso y del abandono de la ciudad y de la provincia. Fueron varios los factores que influyeron; en primer lugar, Almería estaba alejada de la ruta comercial americana y vio pasar de largo las riquezas provenientes del Nuevo Continente; en segundo lugar se prodigaron los ataques de los piratas berberiscos y turcos (Barbarroja), los primeros mermaron la población y los segundos la aterrorizaron y obligaron a desplazarse hacia el interior; y por último la sublevación de los moriscos en el último tercio del siglo hasta su expulsión.
Especialmente funesto fue el terremoto del día 22 de septiembre de 1522, que provocó numerosas victimas y afectó sobretodo al sistema defensivo de la Alcazaba y al barrio de la Almedina. El desastre fue mucho mayor por su coincidencia con una epidemia de peste en la ciudad que redujo la población a tan solo 700 habitantes que se asentaron en torno a la catedral.
La Catedral de Almería fue levantada en el año 1496 bajo las órdenes del Cardenal Arzobispo de Toledo D. Pedro González de Mendoza sobre una antigua mezquita, pero el terremoto de 1522 la destruyó completamente y fue entonces cuando Fray Fernández de Villalán, Obispo de Almería, mandó construir la actual, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación.
El largo periodo de paz que se había iniciado en el 1501 quedó interrumpido de forma brusca y dramática en la navidad de 1568, con la sublevación de los moriscos. Estalla la guerra de las Alpujarras.
Las causas fueron múltiples, coyuntura económica adversa, ayuda de los moriscos a los berberiscos piratas, hostigamiento a los cristianos por parte de los monfíes (bandoleros moriscos), conversión de los mudéjares a la religión cristiana, etc., que llevaron a las autoridades cristianas a propuestas durísimas para cambiar las costumbres moriscas, prohibiendo todas sus prácticas tradicionales.
El 24 de diciembre de 1568 los moriscos se levantaron en armas con la elección como rey de Hernando de Córdoba y Valor, natural de Laujar, que adoptó el nombre musulmán de Aben Humeya. La rebelión pronto derivó en una cruenta guerra que se extendió a toda la provincia.
Del lado morisco, a los pocos días, saquearon y quemaron las iglesias y el fanatismo se cebó con eclesiásticos y cristianos viejos que fueron asesinados, no sin antes hacerles sufrir múltiples vejaciones. Son conocidos como «Mártires de las Alpujarras». En el bando contrario, las tropas reales y las milicias urbanas protagonizaron numerosos episodios sangrientos y auténticas masacres, como el exterminio de la población morisca de Enix y Félix y poco después la de Ohanes.
En plena guerra, Aben Humeya asedia Vera, ataca Cuevas del Almanzora y en su retirada se detiene en Purchena donde organiza unos juegos para celebrar el nombramiento de la ciudad como cabeza del valle del Almanzora. Se trataba de unos juegos deportivos y culturales de innegable analogía con el olimpismo. En la actualidad estos juegos han sido recuperados y se vienen celebrando todos los años, gracias al testimonio de Ginés Pérez de Hita, escritor y soldado del marqués de los Vélez.
Vista la gravedad de la situación, el rey Felipe II situó primero al marqués de Mondujar y al marqués de los Vélez al frente de la campaña militar y en el 1569 envió a su hermanastro D. Juan de Austria .
Con las incorporación al conflicto de los ejércitos de D. Juan de Austria, se produjo el cambio definitivo en las hostilidades. En marzo de 1570, Serón, Tíjola y Purchena fueron escenario de un duro asedio por parte de las tropas cristianas, que tras un corto pero fragoso combate pudieron ser conquistados.
Finalmente, con la pacificación, Felipe II decretó la expulsión de los moriscos. Entre junio y octubre fueron deportados unos 50.000 moriscos, el 80 % de la población, de las tierras de Almería hacia Albacete, Jaén, Toledo, Sevilla, y otros lugares peninsulares, aunque no se logró la extinción total.
Apeo y repoblación
Al poco tiempo de expulsar a los moriscos se pusieron en marcha las medidas necesarias para repoblar con cristianos viejos los territorios abandonados. La actividad repobladora durará prácticamente hasta finales del siglo XVI.
Se creó el «Consejo de Población» encargado de velar por el adecuado desarrollo de la repoblación, cuya primera tarea fue la de encargar en cada pueblo la realización de un Apeo, en el que quedaran delimitados los bienes rústicos y urbanos confiscados a los moriscos, así como el deslinde y amojonamiento de los términos. El Apeo se consignaría en dos libros, uno de los cuales pasaría al Consejo de Población y el otro quedaría en cada pueblo. En los mismos libros se asentarían luego las tierras y propiedades repartidas a los nuevos pobladores. Se trata de los libros que hoy conocemos como «Libros de Apeo y Repartimiento».
Los lugares de procedencia de los nuevos contingentes de población fueron Murcia, Castilla-La Mancha, Andalucía Occidental, Valencia y en menor medida de Extremadura y Castilla-León. En el Valle del Almanzora predominaron los procedentes de Murcia y de Castilla-La Mancha.
La repoblación no consiguió el objetivo marcado; por un lado, el reducido número de repobladores en relación con la población morisca y por otro la baja cualificación de estos y la inadaptación al medio físico. Pero no solo tuvieron que hacer frente a esto sino que se encontraron con una burocracia corrupta y pequeños grupos de poder que se enriquecieron a costa de sumir a los nuevos pobladores en una situación paupérrima. A esto hay que añadir, el clima de inseguridad creado por los monfíes en las tierras del interior y por los continuos ataques de los corsarios berberiscos que mantuvieron la provincia ensombrecida durante mas de un siglo, siendo una de las etapas más desconocida de nuestra historia.
Los escasos datos disponibles del siglo XVII hablan de una etapa de acusado crecimiento demográfico. Cuando en muchas partes de España las epidemias y las crisis de subsistencias venían a mermar la población, en Almería parece ser de claro aumento demográfico. Se desconocen con precisión las razones que puedan explicar el aumento de la población. Tal vez sea los bajos niveles demográficos de finales de siglo XVI, en una posible corriente migratoria y en la escasa incidencia de las grandes calamidades que azotaron el país durante el siglo XVII.
Lenta recuperación económica y social
La economía, que tan mal parada había quedado tras la expulsión de los moriscos y del proceso subsiguiente, también inició una progresiva recuperación.
Las causas que motivaron dicha recuperación las encontramos en un nuevo modelo de agricultura que complementaba el utilizado por los moriscos, nuevas tierras de cultivo y sobre todo la ganadería. Fuera del marco agrícola encontramos otras producciones como la minería y el esparto. La minería experimentó un continuo crecimiento; nuevos yacimientos de plomo argentífero en las sierras de Gádor y Fiñana, alumbre en Vera, Rodarquilar y Abrucena, así como el mármol de Macael, pero mayor importancia en la economía almeriense tuvo el aprovechamiento del esparto, que era exportado a través de los puertos de Almería y Roquetas.
El siglo XVIII, el «Siglo Ilustrado», fue un siglo de recuperación material y de reformismo político. La acción de la Monarquía tuvo efectos positivos para la economía y fomentaron cuantas iniciativas se promovían; cabe destacar las «Sociedades Económicas de Amigos del País», siendo la de Vera una de las pioneras; estas promovían el fomento de la agricultura, el comercio y la educación. En resumen, el Siglo de la Ilustración, fue positivo para Almería pero sin aproximarse a los niveles de otras regiones españolas.
La lenta recuperación iniciada los dos siglos anteriores se rubricó en el siglo XIX. Si a principios de 1800 el territorio almeriense podría albergar unos 170.000 habitantes, en el 1857, cuando se realizó el primer censo de población, Almería tenía 315.000 personas, los que suponía el mayor acelerón demográfico de su historia. Este siglo, también supuso para nuestra tierra la consolidación de la minería y la apertura comercial.
Guerra de la Independencia y primera etapa democrática
La Guerra de la Independencia no pasó de largo por Almería, fue conquistada por los franceses el 15 de marzo de 1810, no sin resistencia, y estuvieron en ella hasta ser vencidos en la batalla de Arapiles en 1812.
En 1814 vuelve Fernando VII al poder y con él el absolutismo y la derogación de las Cortes de Cádiz de 1812. En este contexto se dio otro de los más conocidos episodios históricos de la capital, la matanza de los «coloraos».
El día 14 de Agosto de 1824 desembarcan en Almería a bordo de un bergantín y un falucho los «coloraos», apodados así porque llevaban uniformes de la marina inglesa de color rojo, un grupo de soldados provenientes de Gibraltar con el ánimo de proclamar la Libertad y restituir la Constitución de 1812. Al fracasar en su intento, el 24 de agosto de 1824 fueron fusilados sin juicio previo, de rodillas y por la espalda, 22 de aquellos liberales, en la Rambla de Belén a la altura de la calle Granada. Años más tarde, se levantó en su honor un monumento en la Plaza Vieja al que se le llamó, y se le llama, cariñosamente el «pingurucho» y que también fue objeto de controversia: destruido en 1943 con motivo de la primera visita de Franco a Almería, no se reconstruyó hasta 1987 y todos los años, el 24 de agosto, se recuerda la hazaña de aquellos luchadores por la libertad.
Tras la caída del trono de la reina Isabel II en 1868, se inició el «Sexenio Democrático» y dentro de este se proclamó la Primera República de la que fue presidente durante un breve periodo de tiempo (18 de julio al 07 de septiembre de 1873) D. Nicolás Salmerón y Alonso, nacido en la entonces llamada Alhama la Seca el 10 de abril de 1837. El motivo de estar en la presidencia del gobierno tan poco tiempo no fue otro que su negativa a corroborar algunas sentencias de muerte dictadas con ocasión de la revuelta cantonal. A su muerte en el año 1909 fue reconocido, incluso por sus adversarios, como un prestigioso político.
Resurgir de Almería
La Ley de Ensanche de las Ciudades Españolas de 1864 supuso para la ciudad de Almería un cambio drástico. Fue lo que se ha venido a llamar la evolución de la ciudad conventual a la ciudad burguesa. Almería sale de sus murallas, que terminan siendo derruidas casi por completo y se urbanizan amplios perímetros, se crean nuevas calles y se abre la nueva Puerta Purchena.
El siguiente objetivo era terminar con el aislamiento de la provincia. Para ello se aprobó el Plan general de Carreteras de 1864 que previó la construcción de 526 km., pero la lentitud marcó el proceso de construcción de las mismas que terminaron de hacerse muchos años después.
El puerto fue ampliamente reformado, al que se añadieron los muelles de poniente y levante.
Por otro lado el ferrocarril, tardó algo más en llegar. Los primeros raíles que se pusieron en la provincia entraron por el norte. En 1891 se fundaba la The Great Sourthern of Spain Railway Company Limited, cuya línea unió Los Almendricos con todo el Valle del Almanzora en busca de las excavaciones mineras de los Filabres y Baza. Esta línea de tren uniría más tarde Murcia con Guadix.
No fue hasta 1895 cuando llegó el tren a la capital, buscando lo que sería la salida natural del mineral de hierro de Alquife y del plomo de la sierra de Gador. Se construye un embarcadero de mineral, el famoso Cable Inglés, diseñado por uno de los alumnos de Gustave Eiffel. Fue inaugurado el 27 de Abril de 1904 por el Rey Alfonso XIII. Se cumple por estas fechas el centenario de su inauguración.
A pesar del despegue cultural iniciado en el siglo XVIII con la Ilustración, uno de los rasgos más acusados que sufría la población almeriense en el siglo XIX era el de la extrema incultura, sobre todo en zona rurales. A finales de siglo, Almería encabezaba junto a Granada la lista de analfabetismo en España; el 64% de los almerienses no sabía leer ni escribir, por ello la elevación cultural fue una preocupación permanente de los grupos políticos y sindicales.
Crisis y emigración
La tensión provocada por una superpoblación que había crecido muy rápidamente y unos recursos escasos se reveló dramáticamente con ocasión del decaimiento, lento pero irreversible, de las cuencas mineras de Gádor y Almagrera. Las vicisitudes mineras de finales del siglo XIX , concluyen con la quiebra generalizada de la pequeña minería autóctona del plomo. A esto hay que sumar la crisis agrícola y pecuaria, consecuencia de la caída de las rentas agrarias y el descenso de los precios agrícolas por la competencia de los cereales importados de otros países. La filoxera ataca los parrales de la uva de embarque y los atochales productores de esparto están sobre explotados. Todo esto impulsó la primera gran oleada emigratoria almeriense. El destino de este movimiento será de forma aplastante Argelia, hacia donde se dirigen más del 90% de los emigrantes.
Tras la breve recuperación de los primeros diez años de siglo, quizá debida a una cierta revitalización minera por la explotación de nuevas cuencas dedicadas a la extracción de hierro, Almería sufre una contracción demográfica sin precedentes que más parece el resultado de una catástrofe natural o bélica que la mera manifestación de una virulenta emigración por motivos socioeconómicos. Si bien, esta nueva oleada de emigración transoceánica tiene como destino principal la República Argentina, muchos almerienses no descartaron elegir otros países como Estados Unidos, Brasil, incluso Australia.
Aunque la depresión económica de los años treinta afectó duramente a la provincia, creando dificultades a la agricultura de exportación y acabando con los restos de la minería del hierro, disminuye la emigración en estos años como consecuencia de las medidas de control de los países receptores en unos momentos de desempleo general y en consecuencia de muy poca demanda de la mano de obra extranjera.
La Guerra Civil y la postguerra
Uno de los periodos más negros de la historia contemporánea de España es la Guerra Civil. Almería no iba a quedar al margen. Tanto la capital como la provincia permaneció durante todo el tiempo que duró la misma bajo el mando republicano. Muchos almerienses fueron detenidos y muchos de ellos asesinados. Las victimas eran excarceladas y conducidas a la playa de la Garrofa, a los pozos de Tabernas o al cementerio de la capital y allí les quitaban la vida de múltiples formas. Se trataba, en la mayoría de los casos, de propietarios, militares, comerciantes, y sobre todo eclesiásticos.
También es de destacar el bombardeo que sufrió la ciudad el 31 de mayo de 1937 realizado desde barcos alemanes; cayeron más de 200 proyectiles y murieron 31 persona.
La posguerra fue muy dura para nuestra tierra. El territorio almeriense era el paradigma del atraso. Se había convertido en uno de los símbolos de la España más atrasada, en un momento en que la situación económica general era las más deprimente de todo el siglo. Las labores del campo en los años 40 y 50 eran mayoritariamente de carácter temporal; un gran número de jornaleros solo encontraban trabajo de época agrícola, como la siembra o la recolección.
Pero los habitante de esta tierra, luchadores y aguerridos como ninguno, fueron sobreponiéndose y la mejora del bienestar era su meta diaria. La uva de embarque, el esparto y la minería eran los recursos más explotados.
El Movimiento Indaliano y la industria cinematográfica
En estos años surge en Almería lo que se conoce con el nombre de «Movimiento Indaliano» fundado por Jesús de Perceval (1915-1985 – Pintor almeriense más importante del siglo XX) que constituyó en su momento un revulsivo para la sociedad almeriense, siendo determinante para la historia, la vida y la cultura contemporánea de nuestra capital.
Hacia los 60, los escenarios naturales de nuestra provincia, su luminosidad y su diversidad paisajística la convirtieron en un centro vital para la industria internacional del cine. Se rodaron infinidad de películas, de historias bélicas, de aventuras y por supuesto, del Oeste El cine fue un motor que propició la construcción de infraestructuras imprescindibles como carreteras, hoteles y el aeropuerto.
Nueva etapa migratoria
Aunque esta industria repartió trabajo y dinero por la provincia, no llegó para todos y se produjo una última oleada emigratoria con un doble destino: interior uno, hacia Barcelona y sus alrededores y exterior otro, hacia Europa Occidental. Detrás de los saldos migratorios se encuentra la trayectoria vital de unas personas que se habían visto obligados a tomar el aventurado y a veces ingrato camino de la emigración. El origen social de los emigrantes es fácil de imaginar; braceros del campo, mineros, pequeños propietarios etc., todos ellos empujados por las necesidades económicas.
Turismo, agricultura y mármol
La corriente migratoria se detiene a partir de la crisis de 1973. Los almerienses empiezan a darse cuentan que tienen oro en su tierra; luz, sol, el mejor clima de Europa……., falta agua, se estudia la forma de subsanar esa deficiencia, se aprovecha al máximo la existente y se obtienen resultados asombrosos.
Almería se convierte en una de las zonas más importantes de explotación agrícola de toda Europa. Es conocida en muchos países por la «Huerta de Europa»; el territorio almeriense, tanto en la franja costera de levante como en la de poniente, se configura por miles de hectáreas de cultivo bajo plástico y sistemas de riego por goteo. El invernadero es el modelo de cultivo en la provincia, ya imitado y estudiado por científicos de los cinco continentes.
Otra fuente de ingresos la tenemos en la extracción de piedra natural que ha experimentado en los últimos años una enorme progresión. El mármol de Almería, cuya principal representación en el mercado mundial es la marca Mármol de Macael, adorna palacios, edificios y todo tipo de construcciones en cientos de países de toda la tierra.
Finalmente, hay que destacar el extraordinario desarrollo del sector servicios. Lujosas urbanizaciones costeras en municipios como Roquetas de Mar, El Ejido, Vera, y otros lugares de la costa, con todos los servicios, desde campos de golf hasta puertos deportivos, complejos hoteleros etc…, son ya conocidos en toda España y gran parte de Europa. La otra opción litoral supone la aventura de una multitud de calas salvajes y playas alejadas del ruido urbano, donde todavía se puede convivir con el sonido de la naturaleza y la espectacular mezcla del reino animal, vegetación autóctona. Esto lo encontramos en la Zona Natural de Cabo de Gata-Nijar.
No menos atractiva es la expresión de la tierra almeriense en el interior. Pueblos blancos, bosques de pino, escarpadas montañas y un paraje único en Europa, el Desierto de Tabernas, en los que el turismo rural comienza a ser una industria que mueve muchas familias.
Todo esto unido, ha hecho posible que, en un corto periodo de tiempo, la economía almeriense haya sido destacada como una de las más dinámicas de España, incluso se ha dicho que es la locomotora del crecimiento económico andaluz. El paro ha descendido a cuotas muy bajas (mínimo histórico sobre la población activa registrado en febrero de 2004, el 5,46%), comparable con los índices de Cataluña, País Vasco y Madrid.
Este modelo de desarrollo ha sacado a la provincia de su retraso secular, teniendo en la actualidad un futuro esperanzador siempre que se mantenga la capacidad de innovación y de adaptación mostrada hasta ahora y que se aborden adecuadamente los desequilibrios existentes como el agua, las comunicaciones, la inmigración, la sanidad, y otros que lógicamente irán apareciendo.
Los almerienses nos sentimos orgullosos de ver aquella provincia campesina del esparto, la higuera y la cabra ramoneando cuatro matojos en medio de un secarral, incapaz de dar sustento a sus hijos, convertida en símbolo del bienestar, ímpetu empresarial, y sobre todo, calidad de vida.
Origen de la información
- «Historia de Almería, Memorias del Tiempo» de Manuel Guerrillero y Catalina Martínez
- http://www.indalia.es
- www.almería2005.es
- www.portalmeria.com
- http://es.wikipedia.org
- http://www.almeria.net