La quema de los santos

Autor: Baldomero Oliver Navarro, “el Rulo”

Otro de los capítulos que más nos impactó a todos los habitantes del pueblo y más especialmente a los que no comulgaban con las ideas revolucionarias o anarquistas, fue la quema de los santos del pueblo, además de la documentación y equipamiento eclesiástico que encontraron en nuestra parroquia.

Era sobre las 23 horas de una noche clara de verano, el día 20 de julio de 1936, 2 días después de haberse declarado el inicio de la guerra, yo estaba en la Cigarra con mi hermano Pedro, regando la tanda del agua de la fuente de San Sebastián que nos tocaba, en unos bancales que tenía mi padre, cuando de pronto mi hermano me llama y me dice: “mira lo que se ve en el pueblo”, el cielo estaba iluminado y había una gran humareda, dejamos lo que estábamos haciendo y movidos por la curiosidad y por la incertidumbre nos fuimos corriendo a ver qué estaba pasando.

Nos encontramos con un dantesco espectáculo: habían amontonado detrás del Juego Pelota, frente a la casa de los “Chumbeletes” al inicio de la subida de la cuesta de la Somaíca, a todas las estatuas de los santos de la iglesia, todo el mobiliario eclesiástico que encontraron, además de un montón de libros y documentos y le habían pegado fuego en nombre de la revolución. Durante bastantes horas estuvieron acarreando todo tipo de materiales de carácter religioso y lo iban tirando a la hoguera.

Todo el mundo estaba asustado y atemorizado, fuera del ideal que fuese, menos los cuatro bravucones y cabecillas de tan desalmado acto, que entre ellos se alentaban e intentaban con proclamas convencer a los demás, pero nadie tenía una explicación lógica y el miedo hacía callar.

Entre estos cabecillas se hacían destacar el “tío Juan Galera”, que fue el que decidió iniciar y encender la hoguera, ya que los otros, según nos contaron no estaban muy convencidos, pero le siguieron los líderes de estos grupos: Juan “Panzón”, García el de “Antonio Manuel”, “Los Dondines”, “Los Lirias”, “El Pata Goma”, “El Pata Vino”, Juan “El Cachelas”, etc.

Paradójicamente de toda esta quema de imágenes, mobiliario y documentación eclesiástica, al final de la guerra se supo que gracias a «el tío Ramón Cachelas» se salvaron de la quema 2 de nuestros santos más queridos, venerados y emblemáticos, como son la Virgen de los Dolores y San Sebastián “El Chico”.

Virgen de los Dolores de Somontín, vestida de blanco y con manto azul, esta vestimenta solo se utiliza el domingo de Resurrección, en la procesión del Encuentro. (Foto de Baldo Oliver)
Virgen de los Dolores de Somontín, vestida de blanco y con manto azul, esta vestimenta solo se utiliza el domingo de Resurrección, en la procesión del Encuentro. (Foto de Baldo Oliver)
La Virgen de los Dolores de Somontín, vestida con el manto negro, de luto, es su vestimenta habitual durante todo el año. (Foto de Baldo Oliver).
La Virgen de los Dolores de Somontín, vestida con el manto negro, de luto, es su vestimenta habitual durante todo el año. (Foto de Baldo Oliver).
San Sebastián “el Chico”, Patrón de Somontín, tras haberse salvado de la quema de las imágenes de los santos, en nuestro pueblo son muchas las personas que le tienen una especial devoción y cariño. (Foto de Baldo Oliver)
San Sebastián “el Chico”, Patrón de Somontín, tras haberse salvado de la quema de las imágenes de los santos, en nuestro pueblo son muchas las personas que le tienen una especial devoción y cariño. (Foto de Baldo Oliver)

En un primer momento los escondió en el agujero de la torre de la iglesia que sirve de guía a las piedras del reloj, y más tarde cuando tuvo su oportunidad y sin ser visto se los llevó a una cueva que hay encima del Barrio Santo, un poco más debajo de donde se quemaron todos los demás, en la que el “tío Anselmo Echevarría” guardaba el jaboncillo que compraba y se bajaba de la sierra.

Ramón “el Cachelas” Pérez, su mujer “la tía Pepa” y su hijo Ramón eran de derechas, el resto de su familia era de izquierdas: Juan, Francisco, Gervasio, María y Diego, son las paradojas de un conflicto que casi nadie llegamos a entender por aquellos días, después de acabar la guerra y entre otras cosas por la acción de arriesgarse a salvar los santos, al matrimonio el estado le concedió una paga o subsidio permanente de unas 100 pesetas al mes.

Tras la quema de los santos en Somontín se vivió un echo que a todo el mundo le impactó, Juan Galera, a los pocos meses de la quema de los santos, comenzó a perder la vista hasta quedarse completamente ciego, al acabar la guerra su hija Lola se casó con Juan “Filomena” y se fueron a vivir a Urrácal, al poco tiempo tuvieron un hijo al que le llamaron Clemente, el matrimonio y el niño venían bastante a menudo a Somontín a ver a su padre, especialmente los días de fiesta señalada.

Allá por el año 1952, el día del Señor del calendario católico, el niño tenía unos 3 ó 4 años y vinieron a pasar el día con su abuelo, el “tío Juan Galera” tenía una cabra y su hijo José ese día la llevó al cortijo de Luis Galera en las Peñicas para que pastase y sobre las 4 de la tarde el abuelo le dice al niño: “Vamos a buscar la cabra”, y emprendieron camino hacia las Peñicas, en un momento de despiste y como el abuelo no veía, el niño se perdió y no respondía a las llamadas que este le hacía.

Al ver que no regresaban a casa, su hija dio la voz de alarma y todo el pueblo se movilizó en busca del niño, el abuelo no sabía explicar que había pasado, se le buscó por toda la huerta del término municipal hasta que se hizo de noche, como en la parte baja del pueblo ya estaba todo mirado, se decidió organizarse en grupos y comenzar la búsqueda hacia arriba, hacia la Sierra, sobre las 3 de la madrugada a la altura de La Hombría el Rizal, el niño apareció a unos 5 kms del pueblo sentado en una tocha de esparto, totalmente ileso y si un solo rasguño o herida, estaba tranquilo y como si no hubiera pasado nada, nadie se lo podía creer, todo el mundo pensaba que era un milagro, ya que un niño tan pequeño no podía haber recorrido solo este espacio de Sierra sin que le pasase nada, con la cantidad de pozos y minas que estaban abiertos y sin ninguna protección, más de uno pensó que era un milagro.