El 19 de julio de 1789 nacía en Somontín Juan Oliver y García.
Cuando era Procurador Síndico del Ayuntamiento de Málaga fue elegido diputado a las Cortes Generales por la provincia de Málaga para las legislatura extraordinaria de 1822-1823. Se celebró la elección el día 3 de diciembre de 1821, obteniendo 12 votos de un total de 12 electores (corresponde el número de electores al de los elegidos en los partidos). En la imagen adjunta se describe la designación por los electores de su circumscripció.
Su periodo como diputado comienza el día 20 de febrero de 1822, jurando el cargo unos días después, el día 25 del mismo mes.
Según consta en el Diario de las Sesiones de las Cortes del día 7 de diciembre de 1822, se procedió a la elección de presidente, obteniendo 62 votos a favor de un total de 122 parlamentarios. Ocupó este cargo, que era interino, hasta el día 6 de enero de 1923. Fue el presidente número 63 de las Cortes Españolas.
Aquí está el diario de sesiones donde se describe escuetamente su elección como presidente:
El día 27 de septiembre de 1823 acaba su etapa como diputado de las cortes.
Estos años se encuadran dentro del periodo llamado “Trienio Liberal” (1820-1823), reinando Fernando VII, de nuevo tras la Guerra de Independencia. Seguramente fue testigo nuestro paisano de más de una acalorada discusión en las Cortes en un periodo tan radicalizado como el que le tocó vivir.
Tras este periodo, por un decreto del 1 de octubre de 1823 se declara la nulidad todas las actuaciones realizadas por las Cortes y el Gobierno durante el Trienio Liberal, Se restaura el absolutismo con Fernando VII y se inicia una dura represión antiliberal. Com consecuencia muchos de los liberales se exiliaron a Francia e Inglaterra.
Uno de los exiliados fue Juan Oliver y García, que fue condenado a muerte por garrote vil en ausencia en 1826. En 1834 ya había vuelto a España ya que fue nombrado auditor de guerra.
Juan Oliver y García fue abogado, oficial segundo de cuentas del Ministerio, procurador síndico del Ayuntamiento de Málaga y auditor de Guerra en 1834. Se le consideraba un experto en comercio y aranceles y con una buena formación en temas económicos, así como de una gran amabilidad y buenas relaciones sociales.
En 1822 fue nombrado Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Málaga y con ese nombre, Decano Oliver y García, tiene una calle en esta ciudad.
No se dispone de información publicada sobre la fecha y el lugar de su muerte.
Anexos
Reproducimos a continuación los textos siguientes sobre su biografía procedente de la publicación «Los presidentes del Congreso de los Diputados, 1810-2010» (2010), coordinada por Sofía Gandarias Alonso de Celis y Mateo Maciá Gómez, y editada por el Departamento de Publicaciones del Congreso de los Diputados. Los textos fueron realizados por ambos coordinadores, con la colaboración de Esperanza Prieto Hernández.
«… Nació hablando de comercio y matrículas, y morirá hablando de aranceles, de consulados, de aduanas y contrabandistas, y hablará después de muerto lo mismo que el convidado de piedra, si observa que no hay arancel en el cementerio o si se atreve algún finado a taparle la boca. Maza de fraga en cortes, y sempiterno prohibidor… laboriosísimo en las comisiones, estudiosísimo acerca de la economía, clarísimo de intención, confusísimo de ideas, y durísimo de testa…».
En «Condiciones y semblanzas de los diputados a Cortes para la legislatura 1820 y 1821»
Diputado por Málaga en las elecciones de 1822, durante las legislaturas 1822 y 1822-1823. Abogado, oficial segundo de cuentas del Ministerio y procurador síndico del Ayuntamiento de Málaga.
En la Legislatura Extraordinaria de 1822-1823 ocupa la presidencia de las Cortes entre los meses de diciembre de 1822 y los primeros días de enero de 1823.
Como otros liberales exiliados, sería condenado a garrote, en ausencia, en el año de 1826. Seguramente no retornaría a España hasta 1834, año en el que fue nombrado auditor de Guerra.
Su papel en las Cortes del Trienio Liberal se concentró en su trabajo en las comisiones, especialmente en la de Policía y en la de Ejecución del decreto sobre el repartimiento de baldíos.
Sus intervenciones fueron muy puntuales y sobre todo limitadas a su responsabilidad como presidente de las Cortes; así pues, podemos destacar su queja ante las noticias equivocadas que se publicaban en los periódicos de la época como extractos de los debates de las Cortes.
Así, en una sesión del mes de marzo del año 1822 se manifiesta de esta forma: «… sería de opinión se hiciese una manifestación en la Gaceta, a fin de que el público esté advertido contra estas equivocaciones, y sepa que debe suspender su juicio hasta que vea las discusiones en los Diarios de las Cortes, que es el verdadero papel oficial en esta parte, y en que consta lo que los sres. Diputados dicen y las Cortes acuerdan…» (Sesión de 25 de marzo de 1822).
Asimismo, destaca otra intervención sobre el presupuesto asignado al ramo de la instrucción, cuando se muestra partidario de reducir aún más el presupuesto de dicho ramo: «… en mi entender pueden y deben hacerse todavía más (se refiere a la reducción del presupuesto en instrucción) no porque yo me oponga a la instrucción pública, o desconozca la grande importancia de que todos los ciudadanos adquieran la ilustración que exige el actual sistema, sino porque alguna parte de ésta es particular y no nacional. En los establecimientos que se han leído, veo muchos para bien particular de una ciudad, o de una provincia, no para bien del pueblo en general, que es quien lo ha de pagar…» (Sesión de 1 de mayo de 1822).
Se desconocen el lugar y la fecha de su fallecimiento.
Bibliografía
- Martín-Retortillo Baquer, Sebastián : Descentralización administrativa y organización política. Madrid : Alfaguara, [1973]. ISBN 84-204-1030-6.