Publicado en la revista El Somontinero. Autor: Teo Oliver. Fecha de publicación: 20/01/1997
Así comienza una famosa canción, que nos puede hacer reflexionar sobre el hecho de vivir o no en un sitio como Somontín. La distancia, ¿ puede hacernos olvidar a Somontín ?. Podemos pararnos un momento a pensar y llegaremos a la conclusión de que no es posible olvidarnos. Todos los que hemos estado fuera durante algún tiempo por motivos de trabajo, de estudios, de servicio militar, o de otro tipo, nos hemos dado cuenta del valor que tiene un pueblo como el nuestro. Y todos hemos hecho siempre lo posible por estar en él los «días clave» de cada año: San Sebastián, Semana Santa, San Marcos, La Virgen del Rosario, Navidad, … Y no solamente porque son fiestas, sino porque son momentos de encuentro entre todos nosotros, y es en la alegría compartida donde encontramos la felicidad.
Es interesante el planteamiento de la lejanía, de la distancia, porque muchas veces «los árboles no nos dejan ver el bosque», o sea, muchas veces es conveniente alejarnos para darnos cuenta del valor que tiene. O , siguiendo con las frases hechas: «no nos damos cuenta de la importancia de algo hasta que lo perdemos», cuando esto sucede, cuando sentimos la ausencia, lo echamos de menos, y llega la añoranza y la melancolía.
Un fenómeno de este tipo es el que ha dado origen a actividades lúdico-festivas como las que desarrollan nuestros paisanos que viven en Granollers y otros puntos de la región catalana, que ante la imposibilidad de presenciar «in situ» las Fiestas de San Sebastián, que son las fiestas por antonomasia del pueblo, que son, por así decirlo, «la madre de todas las fiestas», han tenido que trasladarlas a su terreno e intentar, en la medida de lo posible, realizar actos que son propios del día, como el toque de diana con tambores y cornetas y la misa en honor a San Sebastián con la Toma de la Rosca incluida.
Desde luego, que actividades de este tipo son admirables desde el punto de vista de los que somos hijos de Somontín, por cuanto suponen de recuperar, un día al año, las tradiciones y constumbres, y de no olvidar las raices de las que provenimos. Pues de todos es sabido, que cuando un árbol se queda sin raices se muere; y lo mismo sucede con los pueblos, si pierden las raices, mueren.
Y eso es lo que precisamente sigue conservando Somontín, sus raices, sus tradiciones, sus costumbres ancestrales que remanecen de los tiempos remotos, que por haberlas hereda do de nuestros mayores no debemos olvidarlas, sino participar en ellas y enseñarlas a los más jóvenes, para que estos a su vez sigan con el ciclo, sigan dándoles vida.
Estos detalles pueden hacer pensar a la gente que vive fuera, que Somontín es un pueblo con muchas fiestas, que está muy bien para venir de vacaciones. Y esto es verdad, pero sólo a medias, porque el resto del año, hay gente que sigue viviendo en Somontín el día a día, en trabajos a veces duros, en los que nadie piensa porque se está fuera. Pero es gente sencilla que sigue en el pueblo y que alimenta la vida del pueblo; y si antes hemos dicho que es admirable el mantenimiento de las tradiciones somontineras en otros lugares, también hemos de reconocer como muy admirables, a toda la gente que vive en Somontín el día a día, la vida cotidiana, y que es en definitiva quien le da vida, por eso es fundamental que la iniciativa pública o privada fomenten nuevos trabajos y nuevos modos de vida en Somontín, para que la gente pueda vivir aquí, y no se vea obligada a emigrar, y se pueda mantener un número de población en aumento, o cuando menos que no disminuya.
Cuando se vuelve al pueblo desde la ciudad, a veces, echamos de menos cosas que en la ciudad se tienen al alcance de cualquiera, como: periódicos, espacios de ocio,cines, museos o monumentos, etc…. Y, es verdad, no hay periodicos, pero si vamos a cualquiera de nuestras plazas y entramos en las tertulias de nuestros «viejos» nos enteramos de toda la información necesaria, en poco tiempo y de cualquier tipo: locales, regionales, nacionales, deportivas e incluso internacionales. Además de recibir clases gratuitas sobre filosofía de la vida, que nunca está de más. La plaza es un punto de encuentro y un centro de comunicación exquisito.
Y, es verdad que no tenemos salas de juego, ni casinos, pero podemos jugar en cualquier bar los deportes «nacionales» del pueblo: la brisca, el «subastao», el dominó.
Y, es verdad que no tenemos cines, pero basta con ir al Pretil y tendremos la mejor vista panorámica con la que soñaría el mismísimo Steven Spielberg.
También es verdad que no tenemos museos o monumentos muy destacables, pero tenemos el privilegio de poder contemplar una de las obras maestras de la imaginería española: NUESTRA VIRGEN DE LOS DOLORES.
Somontín es así, y no se puede llegar a él con los ojos de la ciudad, ni con la idea del que cree saberlo todo; hay que llegar con los ojos y con la mente del que tiene mucho por ver y mucho por aprender. Conceptos como la prisa, el ruido o el stress, que tanto padecen los que viven fuera, no se conciben aquí, y ojalá que continue siendo de esta manera.
Cuando estoy escribiendo estas líneas es un día de noviembre, el viento poniente campea, y nos trae el frío de la Sierra Nevada. Ya se acerca la Navidad y ya esperamos las «suspiros», los rosquillos, el chimichurre, y a todos los que vengáis de fuera para estar entre nosotros, porque ni nos olvidáis no os olvidamos, porque: «la distancia no es el olvido».